Osvaldo Bayer destapó una de las peores masacres de obreros y peones rurales en la historia argentina. Se cumplen cien años de esa sangrienta lucha desigual, de parias que reclamaban una vida digna contra los dueños de la tierra, dueños además de la verdad, del poder, de la justicia, de la historia. Los dueños poseían además los diarios, los juzgados, el poder político. Y eran aliados entre sí más allá de las fronteras, representaban el progreso y los peones y trabajadores eran herramientas sin derechos, sin voz ni por supuesto voto, barbarie. Siempre.

Con una metodología singular, Bayer investigó, hurgó, buscó, cuestionó, preguntó. Hay que recordar su faena: no había nada. No se podía googlear, no había facebook para contactarse, tampoco archivos digitales o libros impresos que consultar, ni siquiera computadoras que escupieran sus verdades o celulares que simplificaran la comunicación en el infinito territorio patagónico. Había que hacer lo que hoy llamamos trabajo de campo: viajar, preguntar, leer, ir a archivos, recorrer kilómetros, miles, ir a pueblos ignotos para ver si alguien contaba algo. Hablar con toda persona que podía o se atrevía a contar algo. En aquel momento, una tarea de investigación y de compromiso por la verdad de pocos, que sin embargo fueron ejemplos de lucha para las generaciones posteriores. (Esteban Bayer)

Patagonia Rebelde (Cien años) - Esteban Bayer

$18.750
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Osvaldo Bayer destapó una de las peores masacres de obreros y peones rurales en la historia argentina. Se cumplen cien años de esa sangrienta lucha desigual, de parias que reclamaban una vida digna contra los dueños de la tierra, dueños además de la verdad, del poder, de la justicia, de la historia. Los dueños poseían además los diarios, los juzgados, el poder político. Y eran aliados entre sí más allá de las fronteras, representaban el progreso y los peones y trabajadores eran herramientas sin derechos, sin voz ni por supuesto voto, barbarie. Siempre.

Con una metodología singular, Bayer investigó, hurgó, buscó, cuestionó, preguntó. Hay que recordar su faena: no había nada. No se podía googlear, no había facebook para contactarse, tampoco archivos digitales o libros impresos que consultar, ni siquiera computadoras que escupieran sus verdades o celulares que simplificaran la comunicación en el infinito territorio patagónico. Había que hacer lo que hoy llamamos trabajo de campo: viajar, preguntar, leer, ir a archivos, recorrer kilómetros, miles, ir a pueblos ignotos para ver si alguien contaba algo. Hablar con toda persona que podía o se atrevía a contar algo. En aquel momento, una tarea de investigación y de compromiso por la verdad de pocos, que sin embargo fueron ejemplos de lucha para las generaciones posteriores. (Esteban Bayer)