Con la inocencia macabra como tono, la autora borda estos doce cuentos tan breves como contundentes para pararse en la línea incierta que divide el terror de lo cotidiano. Acá, lo imposible de lo imaginado pasa a ser algo improbable con potencial de hacerse real. "Que su corazón había dejado de latir era una certeza a la que la ciencia había dado un respaldo contundente y, sin embargo, ella no se había dado por aludida", dice la primera oración del primer cuento. Un inicio (de relato y de libro) a pura fibra que no solo se sostiene, sino que levanta la apuesta y cumple hasta la oración final de la última historia.

Pueblan estas páginas un ramillete de mujeres góticas en pleno el siglo XX (o XXI, algunos tiempos y geografías son acertadamente inciertos), que Soledad Rubiano transcribe como si un muso vampírico le fuera dictando ideas. Ahí va Aurora, que no puede entender estar muerta. O la protagonista de Enamorada del muro, que no puede dejar de cantarle a una planta trepadora que no deja de avanzar: "Todo, ahora, se encuentra cubierto por un radiante y robusto follaje rojizo intenso que ha ido devorando monstruosamente los cuadros de las paredes y los objetos a su alcance y que continúa engullendo todo a su paso". Está María Julia con las uñas largas de los pies, orgásmicas en su asquerosidad. O Carmelo y Emilia -"Estaban casados, pero no se conocían bien"- en Desmejorando hacia la tarde.

Cada personaje está capturado en una frase, y esa pincelada da el ritmo y el clima al libro. No hay flores para lo que vive dentro es un viaje erudito, pero sencillo de leer; repleto de subtextos sin perder por eso la anécdota atrapante que va de frente, en primer plano. Rubiano elige una frase de Roland Barthes como epígrafe, para que abra las puertas de este mundo que ha creado, y ahí está la primera puntada del hilo que tiende. Acá, como teoriza el francés, hay una literatura en la que se puede encontrar, además de trama, infinidad de fuentes de significado y relevancia. Daniela Pasik

No hay flores para lo que vive adentro - Soledad Rubiano

$18.500
Sin stock
No hay flores para lo que vive adentro - Soledad Rubiano $18.500

Con la inocencia macabra como tono, la autora borda estos doce cuentos tan breves como contundentes para pararse en la línea incierta que divide el terror de lo cotidiano. Acá, lo imposible de lo imaginado pasa a ser algo improbable con potencial de hacerse real. "Que su corazón había dejado de latir era una certeza a la que la ciencia había dado un respaldo contundente y, sin embargo, ella no se había dado por aludida", dice la primera oración del primer cuento. Un inicio (de relato y de libro) a pura fibra que no solo se sostiene, sino que levanta la apuesta y cumple hasta la oración final de la última historia.

Pueblan estas páginas un ramillete de mujeres góticas en pleno el siglo XX (o XXI, algunos tiempos y geografías son acertadamente inciertos), que Soledad Rubiano transcribe como si un muso vampírico le fuera dictando ideas. Ahí va Aurora, que no puede entender estar muerta. O la protagonista de Enamorada del muro, que no puede dejar de cantarle a una planta trepadora que no deja de avanzar: "Todo, ahora, se encuentra cubierto por un radiante y robusto follaje rojizo intenso que ha ido devorando monstruosamente los cuadros de las paredes y los objetos a su alcance y que continúa engullendo todo a su paso". Está María Julia con las uñas largas de los pies, orgásmicas en su asquerosidad. O Carmelo y Emilia -"Estaban casados, pero no se conocían bien"- en Desmejorando hacia la tarde.

Cada personaje está capturado en una frase, y esa pincelada da el ritmo y el clima al libro. No hay flores para lo que vive dentro es un viaje erudito, pero sencillo de leer; repleto de subtextos sin perder por eso la anécdota atrapante que va de frente, en primer plano. Rubiano elige una frase de Roland Barthes como epígrafe, para que abra las puertas de este mundo que ha creado, y ahí está la primera puntada del hilo que tiende. Acá, como teoriza el francés, hay una literatura en la que se puede encontrar, además de trama, infinidad de fuentes de significado y relevancia. Daniela Pasik