La novela, reeditada por "Mardulce" y que había tenido en sus comienzos, a principios de los '90, excelentes críticas, reitera su magia a través del pensamiento de su protagonista y narradora. Un pensamiento que, según anuncia Sánchez en el prólogo, está matizado por lecturas de Thomas Bernhard, Maurice Blanchot y Friedrich Nietszche, entre otros. Aunque también, agregamos, hay un estudio detenido del monólogo interior que remite, sin duda, al mejor James Joyce.

Si tuviéramos que clasificar este libro, algo odioso por cierto, diríamos que es una novela "de personajes", pues la acción no abunda y la narración es sostenida por la reconstrucción paulatina de los protagonistas, una construcción en la que imperan el pensamiento obcecado de la narradora y el ambiente enrarecido de una Berlín que preanuncia el final de la Guerra Fría.

Una novela, en suma, situada en los márgenes de dos culturas y con personajes escindidos, a lo Julio Cortázar, entre un "aquí" y un "allá", con el Muro como presencia fantasmal.

La descripción de "El Turco" es sencillamente admirable y llama a imaginar una filosofía de vida estoica que, a la vez, es una resistencia: "Esta gente está tan habituada a que los traten como animales que la mínima hospitalidad es confundida con devoción. ¡Gente que siempre vive completamente confundida acerca del mundo!".

El mismo tipo de tenacidad que ejercita "El Turco" obliga a la protagonista del relato a huir siempre del presente, aunque esa operación de escape no tenga como meta ningún futuro ni un pasado definido.

La inteligencia del libro, nos parece, estriba en que da cuenta de sí mismo mediante una operación que, a veces, edifica toda una explicación y, otras veces, es apenas una frase aislada que da sentido al todo.

Por caso, cuando presenta la disyuntiva de escribir cartas (para otros) y escribir literatura (para sí), la protagonista se inclina hacia la última opción porque le queda la sensación de hacerlo "en voz baja, como quien está pensando".

"La ingratitud" propone además una teoría de género desde un punto de vista en el que las mujeres "convierten todo en palabras, conocen al dedillo el manejo del suspenso y la falsa pista".

Esa falsedad radica en que la narradora está siempre contando dos cosas a la vez: una, la menos importante, es el hecho visible; la segunda, quizás la que vale, los "estados de latencia" que conducen la imaginación del lector hacia varios rumbos. Un lector que, digámoslo, no es del todo bien tratado por la novela, ya que necesita una concentración extrema para no perderse entre las pistas falsas, que se disparan a partir de la extrañeza de vivir en una lengua ajena y estar alejada de su propio mundo de afectos.

No obstante, esa pequeña dificultad puede ser subsanada si se tiene la suficiente paciencia para llegar hasta la clave (o una de las claves) que permite comprender.

Tal como lo hacen los dos amigos mexicanos de la narradora que, en lugar de escribir "una historia a partir de un final" que conocen, van tramando su vida hacia atrás...Como huyendo desde el presente hacia ninguna parte.

La Ingratitud - Maltilde Sánchez

$15.000
La Ingratitud - Maltilde Sánchez $15.000

La novela, reeditada por "Mardulce" y que había tenido en sus comienzos, a principios de los '90, excelentes críticas, reitera su magia a través del pensamiento de su protagonista y narradora. Un pensamiento que, según anuncia Sánchez en el prólogo, está matizado por lecturas de Thomas Bernhard, Maurice Blanchot y Friedrich Nietszche, entre otros. Aunque también, agregamos, hay un estudio detenido del monólogo interior que remite, sin duda, al mejor James Joyce.

Si tuviéramos que clasificar este libro, algo odioso por cierto, diríamos que es una novela "de personajes", pues la acción no abunda y la narración es sostenida por la reconstrucción paulatina de los protagonistas, una construcción en la que imperan el pensamiento obcecado de la narradora y el ambiente enrarecido de una Berlín que preanuncia el final de la Guerra Fría.

Una novela, en suma, situada en los márgenes de dos culturas y con personajes escindidos, a lo Julio Cortázar, entre un "aquí" y un "allá", con el Muro como presencia fantasmal.

La descripción de "El Turco" es sencillamente admirable y llama a imaginar una filosofía de vida estoica que, a la vez, es una resistencia: "Esta gente está tan habituada a que los traten como animales que la mínima hospitalidad es confundida con devoción. ¡Gente que siempre vive completamente confundida acerca del mundo!".

El mismo tipo de tenacidad que ejercita "El Turco" obliga a la protagonista del relato a huir siempre del presente, aunque esa operación de escape no tenga como meta ningún futuro ni un pasado definido.

La inteligencia del libro, nos parece, estriba en que da cuenta de sí mismo mediante una operación que, a veces, edifica toda una explicación y, otras veces, es apenas una frase aislada que da sentido al todo.

Por caso, cuando presenta la disyuntiva de escribir cartas (para otros) y escribir literatura (para sí), la protagonista se inclina hacia la última opción porque le queda la sensación de hacerlo "en voz baja, como quien está pensando".

"La ingratitud" propone además una teoría de género desde un punto de vista en el que las mujeres "convierten todo en palabras, conocen al dedillo el manejo del suspenso y la falsa pista".

Esa falsedad radica en que la narradora está siempre contando dos cosas a la vez: una, la menos importante, es el hecho visible; la segunda, quizás la que vale, los "estados de latencia" que conducen la imaginación del lector hacia varios rumbos. Un lector que, digámoslo, no es del todo bien tratado por la novela, ya que necesita una concentración extrema para no perderse entre las pistas falsas, que se disparan a partir de la extrañeza de vivir en una lengua ajena y estar alejada de su propio mundo de afectos.

No obstante, esa pequeña dificultad puede ser subsanada si se tiene la suficiente paciencia para llegar hasta la clave (o una de las claves) que permite comprender.

Tal como lo hacen los dos amigos mexicanos de la narradora que, en lugar de escribir "una historia a partir de un final" que conocen, van tramando su vida hacia atrás...Como huyendo desde el presente hacia ninguna parte.