Sin la idea de trabajo escénico, de empeño lúdico en ebullición, no es posible la performance. Esta requiere construir figuratividad y medio, cuerpo y espacio que determinan la escena. Echavarren dice que se trata de una “alegorización” donde los participantes destraban el comportamiento encontrando cada cual y en el compuesto el margen del deseo. Entre el acting out de los cuerpos y el vehículo de los fetiches se despliega lo englobante sónico e imagético propio de la performance y todo conduce a la vibración del entrelugar, dominio del “cuerpo vibrátil” o “ser de sensación” donde se amplían los dones poéticos y escénicos.
¿Es posible que este sea el radical sentido, el de señalar el recorrido de una potencia singular que va al encuentro del acontecimiento? El entrelugar es un fuera de lugar y produce lo sensible incondicionado que vibra como tensión y desfiguración, como catástrofe de las tradiciones expresivas, fundiendo el plano de contenido y de expresión y el mixto constituye un impromptu por su esencial fragilidad, improvisación y finitud: “En la inestabilidad de todo / el tiempo que se rompe se vuelve mi maestro.”

Adrián Cangi

Terrible jinete Robervarren, su poesía. Montar a caballo, para alguien que ama los caballos (sus ancas, y el momento secretor de sus culos con efecto de guante), así como sus crines, y las colas de caballo de los andróginos entrevistados (cazados), no es un mero deporte: –es– diría un Deleuze, atletismo de las sensaciones, lo que nos devuelve a la pedagogía de la respiración que nos muestra a puro par coeur y parkour Echavarren maestro de la curiosidad barroca, del apetito por entrar siempre en un coto desconocido. Recogemos el guante y conjuramos nuestras velocidades para gozar de este cinebionte, una y otra vez.

anKh-Ra-On

La soledad nos acompaña tanto como lo que amamos. La naturaleza, si existe, es un misterio. Lo que nuestro humano espíritu mira es siempre un formato móvil, transcurrir de un amanecer a un atardecer a un amanecer. Y en ello, los dioses, los signos, los sueños y los cuerpos fluyen y se lavan con las lluvias.

Romina Freschi

Verde escarabajo - Roberto Echavarren

$23.800
Verde escarabajo - Roberto Echavarren $23.800

Sin la idea de trabajo escénico, de empeño lúdico en ebullición, no es posible la performance. Esta requiere construir figuratividad y medio, cuerpo y espacio que determinan la escena. Echavarren dice que se trata de una “alegorización” donde los participantes destraban el comportamiento encontrando cada cual y en el compuesto el margen del deseo. Entre el acting out de los cuerpos y el vehículo de los fetiches se despliega lo englobante sónico e imagético propio de la performance y todo conduce a la vibración del entrelugar, dominio del “cuerpo vibrátil” o “ser de sensación” donde se amplían los dones poéticos y escénicos.
¿Es posible que este sea el radical sentido, el de señalar el recorrido de una potencia singular que va al encuentro del acontecimiento? El entrelugar es un fuera de lugar y produce lo sensible incondicionado que vibra como tensión y desfiguración, como catástrofe de las tradiciones expresivas, fundiendo el plano de contenido y de expresión y el mixto constituye un impromptu por su esencial fragilidad, improvisación y finitud: “En la inestabilidad de todo / el tiempo que se rompe se vuelve mi maestro.”

Adrián Cangi

Terrible jinete Robervarren, su poesía. Montar a caballo, para alguien que ama los caballos (sus ancas, y el momento secretor de sus culos con efecto de guante), así como sus crines, y las colas de caballo de los andróginos entrevistados (cazados), no es un mero deporte: –es– diría un Deleuze, atletismo de las sensaciones, lo que nos devuelve a la pedagogía de la respiración que nos muestra a puro par coeur y parkour Echavarren maestro de la curiosidad barroca, del apetito por entrar siempre en un coto desconocido. Recogemos el guante y conjuramos nuestras velocidades para gozar de este cinebionte, una y otra vez.

anKh-Ra-On

La soledad nos acompaña tanto como lo que amamos. La naturaleza, si existe, es un misterio. Lo que nuestro humano espíritu mira es siempre un formato móvil, transcurrir de un amanecer a un atardecer a un amanecer. Y en ello, los dioses, los signos, los sueños y los cuerpos fluyen y se lavan con las lluvias.

Romina Freschi