YO

Esto es lo que se llama una autobiografía:
empieza con mi nacimiento en el medio oeste
americano, un país conocido por sus
muñecas de papel, sus tarjetas de béisbol y sus comics—
cosas que se pueden doblar y poner adentro
de la vianda y llevar a la escuela.
Mi escuela era una prisión, pero mi vianda
estaba decorada con dibujos de mis momentos
favoritos de la historia -la mía- personal
aunque también más grande que la vida.
Mi lonchera de los Locos Addams lo decía bien:
entre más raro mejor. Creía en esto,
de ahí mi pasión por los cuerpos tatuados.
Las películas de terror y las revistas de detectives
me estimulaban con promesas de violencia
y los concursos en la televisión me enseñaron
el valor del conocimiento y las grandes ganancias.
Tapado de electrodomésticos
como un recién casado, pero no tenía idea
de cómo hervir, batir, mezclar, licuar
todos los ingredientes insípidos
de mi vida mundana. Año tras año,
contemplaba mis adquisiciones
mientras se apilaban y me rodeaban
como la mierda de las palomas en la estatua que construí
para inmortalizar mi compasión
y recordarme que no soy un monstruo.

 

Una muestra de Miel - Bob Flanagan & David Trinidad

$16.000
Una muestra de Miel - Bob Flanagan & David Trinidad $16.000

YO

Esto es lo que se llama una autobiografía:
empieza con mi nacimiento en el medio oeste
americano, un país conocido por sus
muñecas de papel, sus tarjetas de béisbol y sus comics—
cosas que se pueden doblar y poner adentro
de la vianda y llevar a la escuela.
Mi escuela era una prisión, pero mi vianda
estaba decorada con dibujos de mis momentos
favoritos de la historia -la mía- personal
aunque también más grande que la vida.
Mi lonchera de los Locos Addams lo decía bien:
entre más raro mejor. Creía en esto,
de ahí mi pasión por los cuerpos tatuados.
Las películas de terror y las revistas de detectives
me estimulaban con promesas de violencia
y los concursos en la televisión me enseñaron
el valor del conocimiento y las grandes ganancias.
Tapado de electrodomésticos
como un recién casado, pero no tenía idea
de cómo hervir, batir, mezclar, licuar
todos los ingredientes insípidos
de mi vida mundana. Año tras año,
contemplaba mis adquisiciones
mientras se apilaban y me rodeaban
como la mierda de las palomas en la estatua que construí
para inmortalizar mi compasión
y recordarme que no soy un monstruo.