Poesía

En las siestas el sol puede ampollarnos, en las ampollas pueden abrirse flores y en la quemadura aparecer la insistencia de la infancia. Ivana es una niña que explora entre recuerdos, una hija que hurga las marcas que vienen con nacer y también es una jungla del litoral que aúlla de noche para traer de nuevo esos días lejanos.

La naturaleza en su estado salvaje le da tono como si fuera una guadaña que usa para atravesar un monte y la voz de estos poemas salta con la gracia de tacuara. Ágil se para en los filos de ramas secas, desde allí nombra a la madre, hace crecer a un padre, lo vuelve potro, estampida de figuras y un estallido de color. “Él es un caballo más pero lo desconoce/ sin infancia arrió tropeles por el río”. “Lo que el sol te enseñó/ creés que lo olvidaste pero insiste”.

Tordos, caballos, cueros y río. Un pez que se impone contra la fuerza del agua. Todos los arroyos con sus costados masculinos y femeninos se arremolinan. ¿Es Ivana la que escribe o es la voz de “la poesía” que toma su nombre?

Hay algo de revelación y apertura permanente hacia la boca oscura del misterio. “Una niña comprende las fuerzas que yerguen sus piernas por donde corre la sangre/ pasado presente futuro en un flujo constante.”

Belén Zavallo