Situada por su feliz traductora en el siglo primero de nuestra era, la hispánica Julia de la ffamilia Arria, que recibió o asumió el apodo de Diotima,podría decirse que encierra en un amplio arco iris un trayecto lírico que se había iniciado con Safo de Mitilene, siete siglos antes. La oscuridad que ha velado hasta ahora esta figura y esta obra a lo largo de veinte siglos no puede sino explicarse por el azar y también por una falsa moral, como lo describe su traductora. Fue la misma que confundió a Safo con distintos temas licenciosos y la convirtió en personaje de comedia, porque los siglos siguientes toleraron mal, por decirlo elegantemente, el hecho de que el astro originario de todo el género lírico de Occidente haya sido una mujer. También Diotima, en el simposio platónico, al que no asiste pero en el cual sus alabras dicen la verdad, era la mujer misteriosa que viene a recorar, desde afuera, de qué tratan los discursos sobre el amor. Ahora, finalmente en nuestro idioma, en su mejor variante argentina, Diotima, gracias a Mallol, viene a repetir que "Venus es la misma conversación" y que las palabras son de Venus, de Marte, de esa musa floral, Talía, de ese foco de una fiesta verbal que alumbra en siete libros incomparables.

Silvio Mattoni

Tanto hielo cobijó este fuego - Julia Arria Diotima

$21.500
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Situada por su feliz traductora en el siglo primero de nuestra era, la hispánica Julia de la ffamilia Arria, que recibió o asumió el apodo de Diotima,podría decirse que encierra en un amplio arco iris un trayecto lírico que se había iniciado con Safo de Mitilene, siete siglos antes. La oscuridad que ha velado hasta ahora esta figura y esta obra a lo largo de veinte siglos no puede sino explicarse por el azar y también por una falsa moral, como lo describe su traductora. Fue la misma que confundió a Safo con distintos temas licenciosos y la convirtió en personaje de comedia, porque los siglos siguientes toleraron mal, por decirlo elegantemente, el hecho de que el astro originario de todo el género lírico de Occidente haya sido una mujer. También Diotima, en el simposio platónico, al que no asiste pero en el cual sus alabras dicen la verdad, era la mujer misteriosa que viene a recorar, desde afuera, de qué tratan los discursos sobre el amor. Ahora, finalmente en nuestro idioma, en su mejor variante argentina, Diotima, gracias a Mallol, viene a repetir que "Venus es la misma conversación" y que las palabras son de Venus, de Marte, de esa musa floral, Talía, de ese foco de una fiesta verbal que alumbra en siete libros incomparables.

Silvio Mattoni