“Hubo una ingenuidad niña, de cuando nos enseñaban a dibujar la casa, el árbol el sol, casitas estereotipadas, abrir puertas y ventanas de papel, de utilería; nos obligaron a imaginarlo así, juntas, lo creíamos. Luego, nadie nos advirtió sobre los remolinos del futuro, ni de la casa vacía como un nido abandonado, ni de los desarraigos dolorosos, ni del oxígeno necesario para nadar en la incertidumbre de la noche, ni de los modos de amarnos o despedirnos…”

Ariel Muñoz

 

en la levedad del entresueño

un alacrán camina por mis sábanas

si duermo

hará de mí

una geografía de veneno

de noche

el silencio despierta

criaturas aterradoras

un peso sólido

justo cuando a los corazones

algo les falla

la mesa sigue puesta

el televisor vende

fábulas para insomnes

desconfío

 por eso tomo

una pastilla redonda

para el pasado

una ovalada para las diagonales

que no voy a cruzar

 y un puñal para el ojo

que insiste

en interrogarme

 

Soltar la casa - Lidia Rocha

$13.000
Soltar la casa - Lidia Rocha $13.000

“Hubo una ingenuidad niña, de cuando nos enseñaban a dibujar la casa, el árbol el sol, casitas estereotipadas, abrir puertas y ventanas de papel, de utilería; nos obligaron a imaginarlo así, juntas, lo creíamos. Luego, nadie nos advirtió sobre los remolinos del futuro, ni de la casa vacía como un nido abandonado, ni de los desarraigos dolorosos, ni del oxígeno necesario para nadar en la incertidumbre de la noche, ni de los modos de amarnos o despedirnos…”

Ariel Muñoz

 

en la levedad del entresueño

un alacrán camina por mis sábanas

si duermo

hará de mí

una geografía de veneno

de noche

el silencio despierta

criaturas aterradoras

un peso sólido

justo cuando a los corazones

algo les falla

la mesa sigue puesta

el televisor vende

fábulas para insomnes

desconfío

 por eso tomo

una pastilla redonda

para el pasado

una ovalada para las diagonales

que no voy a cruzar

 y un puñal para el ojo

que insiste

en interrogarme