Colección Malabar, N° 1.

Relatos donde se lleva al límite la capacidad formadora y transformadora del lenguaje, donde se logra contar lo incontable, iluminar recodos íntimos pero también universales y ofrecer una experiencia similar al roce de un primer copo de nieve en la piel: efímero, inolvidable y paradójicamente cálido.
Publicado originalmente en 1983, este libro se hizo enseguida un lugar entre las obras de culto de la narrativa argentina porque “Marcial Souto —escribió Ray Bradbury— es único: fresco, imaginativo, fascinante”.

Marcial Souto (La Coruña, España, 1947) es autor de los libros de cuentos Para bajar a un pozo de estrellas Trampas para pesadillas. Dirigió las revistas El Péndulo y Minotauro (segunda época), publicó los primeros libros de Mario Levrero y tradujo a autores tan diversos como J. G. Ballard, Ray Bradbury, Cordwainer Smith, Samuel R. Delany, Edward Gorey, George Orwell, Theodore Sturgeon, Jack London, Charles Bukowski, Sylvia Plath, Ambrose Bierce, H. G. Wells y William Burroughs.

Lo que sigue es el primer texto, titulado “Las formas”:

“Durante una tormenta cayeron del cielo, entre la lluvia, todas las formas del mundo. Se mojaron, se ablandaron, se deformaron y se confundieron unas con otras. Un león ahora con forma de foca se arrastró por la hierba hasta que se cansó y se detuvo a morder margaritas. Un pararrayos ahora con forma de golondrina alzó el vuelo y fue atrapado por un halcón que antes había sido una goma de borrar. Un niño ahora con forma de diccionario se deshojó un rato bajo la lluvia y fue luego una pasta amarillenta. Un buey ahora con forma de cámara fotográfica hizo clic, clic y se acostó sobre la hierba. Una gallina que antes había sido una brújula echó a andar hacia el norte magnético, ahora con forma de serpiente enroscada en un árbol. Una estrella fugaz que antes había sido un campanario trató de alumbrar un instante, pero se lo impidió la tozuda lluvia. Un coche que antes había sido un tiburón atropelló un telescopio que antes había sido una cáscara de banana. Un reloj que antes había sido un cruce de carreteras cantó cucú, cucú. La lluvia cesó y salió el sol. Las nuevas formas se secaron despacio, y cuando estuvieron bien firmes se separaron unas de otras y tomaron caminos distintos, asumiendo sus nuevos papeles. Una cosa eternamente informe que había observado la metamorfosis desde un bosque cercano no pudo contenerse y pensó un largo pensamiento informe”.

(Marcial Souto – Para bajar a un pozo de estrellas)

Para bajar a un pozo de estrellas - Marcial Souto

$13.000
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Colección Malabar, N° 1.

Relatos donde se lleva al límite la capacidad formadora y transformadora del lenguaje, donde se logra contar lo incontable, iluminar recodos íntimos pero también universales y ofrecer una experiencia similar al roce de un primer copo de nieve en la piel: efímero, inolvidable y paradójicamente cálido.
Publicado originalmente en 1983, este libro se hizo enseguida un lugar entre las obras de culto de la narrativa argentina porque “Marcial Souto —escribió Ray Bradbury— es único: fresco, imaginativo, fascinante”.

Marcial Souto (La Coruña, España, 1947) es autor de los libros de cuentos Para bajar a un pozo de estrellas Trampas para pesadillas. Dirigió las revistas El Péndulo y Minotauro (segunda época), publicó los primeros libros de Mario Levrero y tradujo a autores tan diversos como J. G. Ballard, Ray Bradbury, Cordwainer Smith, Samuel R. Delany, Edward Gorey, George Orwell, Theodore Sturgeon, Jack London, Charles Bukowski, Sylvia Plath, Ambrose Bierce, H. G. Wells y William Burroughs.

Lo que sigue es el primer texto, titulado “Las formas”:

“Durante una tormenta cayeron del cielo, entre la lluvia, todas las formas del mundo. Se mojaron, se ablandaron, se deformaron y se confundieron unas con otras. Un león ahora con forma de foca se arrastró por la hierba hasta que se cansó y se detuvo a morder margaritas. Un pararrayos ahora con forma de golondrina alzó el vuelo y fue atrapado por un halcón que antes había sido una goma de borrar. Un niño ahora con forma de diccionario se deshojó un rato bajo la lluvia y fue luego una pasta amarillenta. Un buey ahora con forma de cámara fotográfica hizo clic, clic y se acostó sobre la hierba. Una gallina que antes había sido una brújula echó a andar hacia el norte magnético, ahora con forma de serpiente enroscada en un árbol. Una estrella fugaz que antes había sido un campanario trató de alumbrar un instante, pero se lo impidió la tozuda lluvia. Un coche que antes había sido un tiburón atropelló un telescopio que antes había sido una cáscara de banana. Un reloj que antes había sido un cruce de carreteras cantó cucú, cucú. La lluvia cesó y salió el sol. Las nuevas formas se secaron despacio, y cuando estuvieron bien firmes se separaron unas de otras y tomaron caminos distintos, asumiendo sus nuevos papeles. Una cosa eternamente informe que había observado la metamorfosis desde un bosque cercano no pudo contenerse y pensó un largo pensamiento informe”.

(Marcial Souto – Para bajar a un pozo de estrellas)