La velocidad del caos

La literatura se viene preguntando cómo afectan las nuevas tecnologías de comunicación y producción a las obras contemporáneas, sin llegar a una respuesta. Quizás nunca la haya. Pero sí hay pistas o posibles caminos a seguir con atención y Mapas terminales (Editorial Marciana, 2017) de Lucila Grossman es uno de esos casos. Con la velocidad caótica propia del universo web, esta novela puede volver creíble y natural lo más insólito.

Apoyándose en un registro informal, anclado sobre todo en el lenguaje contemporáneo del ámbito metropolitano argentino, la protagonista de esta historia relata lo sucedido sin deparar por mucho tiempo en un mismo asunto. Si bien eso no significa que Mapas terminales no tenga momentos de descripción y profundidad, sí marca el ritmo frenético que puede tener la vida de comienzos del siglo XXI, donde (casi) todo es posible y verosímil, sobre todo si está bien contado.

Un embarazo misterioso -algo así como una versión trash del cristianismo- de una joven de clase media sin lazos más que el de un puñado de amigos, abre las puertas a situaciones inesperadas, confusión y también un clima de reflexión que, sigilosamente, termina convenciendo al lector. ¿Cómo aceptar que podemos parir algo monstruoso? ¿Qué hace que a pesar de la atrocidad nos sintamos cercanos a lo que producimos? Puede leerse, en ese sentido: “Hasta los muertos fueron alguna vez el bebé de alguien”.

Uno de los méritos de este libro es, sin duda, el desparpajo de Grossman a la hora de dotar a la protagonista y narradora de una frescura sostenida y bien llevada a lo largo de las páginas. Expresiones como “ahre, el juicio final ya pasó, nos re condenó, ahora solo administra lo que quemamos por año”, que bien podrían ser vistas como un punto débil, en Mapas terminales otorgan una consistencia y una fluidez que encajan tanto con la historia como con sus personajes.

De esta manera, en un cruce de ciencia ficción y un realismo más que contemporáneo, esta breve novela muestra que Internet no es algo a lo que temer a la hora de la producción literaria, sino un fenómeno que amplía los horizontes y que trae consigo cambios propios de su naturaleza: velocidad e hipervínculos aleatorios que terminan conformando una realidad concreta.  Mapas terminales da cuenta de ese mundo y le da una vuelta más, donde todo es posible y creíble, o al menos factible de necesitar la corroboración tranquilizadora de un buscador web.

 

 

Mapas terminales - Lucila Grossman

$19.500
Mapas terminales - Lucila Grossman $19.500

La velocidad del caos

La literatura se viene preguntando cómo afectan las nuevas tecnologías de comunicación y producción a las obras contemporáneas, sin llegar a una respuesta. Quizás nunca la haya. Pero sí hay pistas o posibles caminos a seguir con atención y Mapas terminales (Editorial Marciana, 2017) de Lucila Grossman es uno de esos casos. Con la velocidad caótica propia del universo web, esta novela puede volver creíble y natural lo más insólito.

Apoyándose en un registro informal, anclado sobre todo en el lenguaje contemporáneo del ámbito metropolitano argentino, la protagonista de esta historia relata lo sucedido sin deparar por mucho tiempo en un mismo asunto. Si bien eso no significa que Mapas terminales no tenga momentos de descripción y profundidad, sí marca el ritmo frenético que puede tener la vida de comienzos del siglo XXI, donde (casi) todo es posible y verosímil, sobre todo si está bien contado.

Un embarazo misterioso -algo así como una versión trash del cristianismo- de una joven de clase media sin lazos más que el de un puñado de amigos, abre las puertas a situaciones inesperadas, confusión y también un clima de reflexión que, sigilosamente, termina convenciendo al lector. ¿Cómo aceptar que podemos parir algo monstruoso? ¿Qué hace que a pesar de la atrocidad nos sintamos cercanos a lo que producimos? Puede leerse, en ese sentido: “Hasta los muertos fueron alguna vez el bebé de alguien”.

Uno de los méritos de este libro es, sin duda, el desparpajo de Grossman a la hora de dotar a la protagonista y narradora de una frescura sostenida y bien llevada a lo largo de las páginas. Expresiones como “ahre, el juicio final ya pasó, nos re condenó, ahora solo administra lo que quemamos por año”, que bien podrían ser vistas como un punto débil, en Mapas terminales otorgan una consistencia y una fluidez que encajan tanto con la historia como con sus personajes.

De esta manera, en un cruce de ciencia ficción y un realismo más que contemporáneo, esta breve novela muestra que Internet no es algo a lo que temer a la hora de la producción literaria, sino un fenómeno que amplía los horizontes y que trae consigo cambios propios de su naturaleza: velocidad e hipervínculos aleatorios que terminan conformando una realidad concreta.  Mapas terminales da cuenta de ese mundo y le da una vuelta más, donde todo es posible y creíble, o al menos factible de necesitar la corroboración tranquilizadora de un buscador web.