En su Conversación sobre la poesía, Friedrich Schlegel argumentaba que, así como en la tragedia las acciones y los sucesos, el carácter y la pasión fueron ordenados y conformados, armónicamente, en un bello sistema, a partir de una saga ya existente, en la comedia, tras una aparente falta de conexión, se nos ofrecía, atrevidamente, como rapsodia, una inventiva exuberante de profunda comprensión de los conflictos. Cabe esa anotación para Macunaíma, que no es una novela, sino una rapsodia. Sabemos que el principio rapsódico se opone, nítidamente, a la jerarquía sinfónica. Actúa contra el universalismo racional clásico, pautado por un espacio homogéneo, proponiendo una heterogénesis diseminada, que reconfigura mapas y altera duraciones; busca sentidos en el pasado; consulta archivos; parodia y caricatura; mezcla leyendas y epopeyas; libera fuerzas dionisíacas e insumisas, como burla bufa que es. Como Séverac, Milhaud, Bartok o Stravinsky, Andrade crea su rapsodia en una frontera entre lo moderno y lo primitivo, Occidente y Oriente. El mismo año en que publica Macunaíma, escribe, en su Ensayo sobre la música brasileña, que era necesario valerse de esquemas rebajados, tales como los pregones, los monótonos cantos de trabajo o los rezos de macumba, esquemas todos informes que se valen de motivos rítmico-melódicos estratificados y recurrentes, que nos remiten al rapsodismo de Egipto o Grecia, es decir, a la tesis polihomérica de Schlegel, acercándonos así de los procesos lírico-discursivos de los sacerdotes hindúes o los mercaderes rusos, fuentes inequívocas de elementos formales y expresivos, para con ellos crear una melodía infinita, característicamente nacional. Pero la rapsodia no es sólo una apuesta retórica, sino ética, ya que el heterogéneo conjunto de influencias cruzadas y el agudo intercambio de saberes ilumina el rencor que produce el vacío existencial y nos alerta ante la violencia, como excusa de tal vacío. Sin armonía de convivencia, en Macunaíma, todo se vuelve un vivir desviviéndose.

Raúl Antelo

Macunaíma, el héroe sin ningún carácter de Mário de Andrade

$24.800
Macunaíma, el héroe sin ningún carácter de Mário de Andrade $24.800

En su Conversación sobre la poesía, Friedrich Schlegel argumentaba que, así como en la tragedia las acciones y los sucesos, el carácter y la pasión fueron ordenados y conformados, armónicamente, en un bello sistema, a partir de una saga ya existente, en la comedia, tras una aparente falta de conexión, se nos ofrecía, atrevidamente, como rapsodia, una inventiva exuberante de profunda comprensión de los conflictos. Cabe esa anotación para Macunaíma, que no es una novela, sino una rapsodia. Sabemos que el principio rapsódico se opone, nítidamente, a la jerarquía sinfónica. Actúa contra el universalismo racional clásico, pautado por un espacio homogéneo, proponiendo una heterogénesis diseminada, que reconfigura mapas y altera duraciones; busca sentidos en el pasado; consulta archivos; parodia y caricatura; mezcla leyendas y epopeyas; libera fuerzas dionisíacas e insumisas, como burla bufa que es. Como Séverac, Milhaud, Bartok o Stravinsky, Andrade crea su rapsodia en una frontera entre lo moderno y lo primitivo, Occidente y Oriente. El mismo año en que publica Macunaíma, escribe, en su Ensayo sobre la música brasileña, que era necesario valerse de esquemas rebajados, tales como los pregones, los monótonos cantos de trabajo o los rezos de macumba, esquemas todos informes que se valen de motivos rítmico-melódicos estratificados y recurrentes, que nos remiten al rapsodismo de Egipto o Grecia, es decir, a la tesis polihomérica de Schlegel, acercándonos así de los procesos lírico-discursivos de los sacerdotes hindúes o los mercaderes rusos, fuentes inequívocas de elementos formales y expresivos, para con ellos crear una melodía infinita, característicamente nacional. Pero la rapsodia no es sólo una apuesta retórica, sino ética, ya que el heterogéneo conjunto de influencias cruzadas y el agudo intercambio de saberes ilumina el rencor que produce el vacío existencial y nos alerta ante la violencia, como excusa de tal vacío. Sin armonía de convivencia, en Macunaíma, todo se vuelve un vivir desviviéndose.

Raúl Antelo