Los árboles, se ha dicho antes, es una comedia, pero también una alegoría. Más concretamente, un drama de modulación cómica que, en su espiralado y engañosamente inofensivo desenvolvimiento, es alcanzado finalmente por un sesgo trágico, cuando el relato pone en evidencia que se ha cometido un acto irreparable, un daño de unos pocos hombres que, sin embargo, atañe a la comunidad entera, en virtud de su impunidad.

Lo admirable de esta hermosa y al mismo tiempo incómoda novela es que trae a colación –tal vez sin quererlo, o sin saber que lo quiso– una cuestión que está lejos de haber sido saldada en la Argentina. Y lo hace sin énfasis, en un escenario casi bucólico, el de la chatura rutinaria de la vida pueblerina y la supuesta mansedumbre de sus contornos campestres, recordándonos, como tan bien comprobó Hannah Arendt, que la más terrible condición del mal es su banalidad.

Guillermo Saavedra

Los árboles - Hugo R. Correa Luna

$10.990
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Los árboles, se ha dicho antes, es una comedia, pero también una alegoría. Más concretamente, un drama de modulación cómica que, en su espiralado y engañosamente inofensivo desenvolvimiento, es alcanzado finalmente por un sesgo trágico, cuando el relato pone en evidencia que se ha cometido un acto irreparable, un daño de unos pocos hombres que, sin embargo, atañe a la comunidad entera, en virtud de su impunidad.

Lo admirable de esta hermosa y al mismo tiempo incómoda novela es que trae a colación –tal vez sin quererlo, o sin saber que lo quiso– una cuestión que está lejos de haber sido saldada en la Argentina. Y lo hace sin énfasis, en un escenario casi bucólico, el de la chatura rutinaria de la vida pueblerina y la supuesta mansedumbre de sus contornos campestres, recordándonos, como tan bien comprobó Hannah Arendt, que la más terrible condición del mal es su banalidad.

Guillermo Saavedra