Leer a Valentina es una invitación a entrar en un ritmo muy particular, al fluir de su pensamiento, de sus diálogos mentales. Ella se enamora de sus propias posibilidades, ya que en los vaivenes del amor y el desamor y todos los grises de entremedio, es donde se encuentra haciéndose las fascinantes preguntas que luego busca contestar. Después de recorrer un par de versos, uno siente acompasarse con esa velocidad tan única de su escritura. Por momentos está al límite de lo intenso en su dosis de neurosis zig zagueante y emocionalidad concentrada y contenida, que es un espejo. Pero, justo antes de que sea demasiado, te sacude la cara como un viento frío de mañana, con una interpretación certera y llana, una descripción sagaz y breve de lo más cotidiano. Sería genial poder leer sus poemas y caminar al mismo tiempo, escuchándolos recitados en tu mente. Ir deambulando por la ciudad sin apuro, cuando aún la gente está en sus casas, algún un día fresco de otoño con sol, e internamente sospechar que nadie la está pasando así de bien.
 
Josefina Rodríguez Egaña

 

Lo comprendo y deseo continuar - Valentina Varas

$12.000
Lo comprendo y deseo continuar - Valentina Varas $12.000

Leer a Valentina es una invitación a entrar en un ritmo muy particular, al fluir de su pensamiento, de sus diálogos mentales. Ella se enamora de sus propias posibilidades, ya que en los vaivenes del amor y el desamor y todos los grises de entremedio, es donde se encuentra haciéndose las fascinantes preguntas que luego busca contestar. Después de recorrer un par de versos, uno siente acompasarse con esa velocidad tan única de su escritura. Por momentos está al límite de lo intenso en su dosis de neurosis zig zagueante y emocionalidad concentrada y contenida, que es un espejo. Pero, justo antes de que sea demasiado, te sacude la cara como un viento frío de mañana, con una interpretación certera y llana, una descripción sagaz y breve de lo más cotidiano. Sería genial poder leer sus poemas y caminar al mismo tiempo, escuchándolos recitados en tu mente. Ir deambulando por la ciudad sin apuro, cuando aún la gente está en sus casas, algún un día fresco de otoño con sol, e internamente sospechar que nadie la está pasando así de bien.
 
Josefina Rodríguez Egaña