En la pintura de Alfredo Prior –su base de operaciones– todo es lo que parece y también otra cosa. En su poesía, dotada de imágenes (del mismo modo en que los títulos de sus cuadros dotan a las imágenes de discurso, es decir de la aventura de darle forma a una única línea que comprenda la magnitud de lo que sucede), Prior no hace otra realidad con los elementos de esta: hace otra realidad directamente con los elementos de otra realidad, que nos da a conocer aquí.
Barroca y a la vez sencillísima, como de un Lezama limado, feliz y en permanente ebullición, estos poemas cargados de preguntas tales como “¿No habrá una especie, aparte de la humana, en la cual posarse?” o “¿Por qué no contestas a mis mensajes, Boluda?”, con sus referencias cultas desbocadas, sus tumbas No Frost, sus turistas zen, sus sueños eternos finitos (y el tema como un rocío), son la música de su pintura. La música de un Zappa del pincel. No sería nada raro que de tanto en tanto el lector estalle en una carcajada, como el mismo Prior cuando habla de sus cuadros o cuando lee en voz alta lo que escribe. Acá se abre la puerta de un parque de diversiones al que –sin que a su autor le importe un pito ser correcto o incorrecto, o cualquier otra clase de infatuación– se entra de frente y se sale en perspectiva.

Leves instrucciones - Alfredo Prior

$23.800
Leves instrucciones - Alfredo Prior $23.800

En la pintura de Alfredo Prior –su base de operaciones– todo es lo que parece y también otra cosa. En su poesía, dotada de imágenes (del mismo modo en que los títulos de sus cuadros dotan a las imágenes de discurso, es decir de la aventura de darle forma a una única línea que comprenda la magnitud de lo que sucede), Prior no hace otra realidad con los elementos de esta: hace otra realidad directamente con los elementos de otra realidad, que nos da a conocer aquí.
Barroca y a la vez sencillísima, como de un Lezama limado, feliz y en permanente ebullición, estos poemas cargados de preguntas tales como “¿No habrá una especie, aparte de la humana, en la cual posarse?” o “¿Por qué no contestas a mis mensajes, Boluda?”, con sus referencias cultas desbocadas, sus tumbas No Frost, sus turistas zen, sus sueños eternos finitos (y el tema como un rocío), son la música de su pintura. La música de un Zappa del pincel. No sería nada raro que de tanto en tanto el lector estalle en una carcajada, como el mismo Prior cuando habla de sus cuadros o cuando lee en voz alta lo que escribe. Acá se abre la puerta de un parque de diversiones al que –sin que a su autor le importe un pito ser correcto o incorrecto, o cualquier otra clase de infatuación– se entra de frente y se sale en perspectiva.