IV

Malparido un hijo de los muertos
áspero puro nervio patilludo
por decisión conjunta declarado
no apto para la pala y menos para
el asador llegada la primera
luz del amanecer me abandonaron
en la cuneta junto al basural.
Di mil vueltas carnero asoleándome
entre los desperdicios estancados
hasta ser recogido por un noble
pastor de hombres que al fin de nuestros días
predicara al calor del meridiano.
Con tal de apaciguar mi hambre meciéndome
en su regazo supo amamantarme
con la leche cuajada La Martona.
Sin embargo pasado lo peor
toda vez despejado de lagañas
frente al espejo vengo a descubrir
un estigma que nunca iba poder
borrar: sobre mis labios un goloso
bigote de lactosa dibujado.

 

XXVII

Me humedecí las yemas con saliva
y entre los dedos índice y pulgar
verde leña abrasé sin inmutarme.
Advertidos que no me hacía mella
los hijos del delirio y de la noche
tuvieron de inmediato una mudanza
de semblante en cambio de epidermis.
Sin solicitar nueva contraseña
rancho a parte avivaron otra mecha
y los niños envueltos mano en mano
volaron sobre el fuego encendiendo
alternativamente nuestros rostros.
Y pasando revista de tumberos
detrás de la muralla confinados
a sus plantas rendido fui cayendo.

 

La piel de judas - Martín Moureu

$13.000
La piel de judas - Martín Moureu $13.000

IV

Malparido un hijo de los muertos
áspero puro nervio patilludo
por decisión conjunta declarado
no apto para la pala y menos para
el asador llegada la primera
luz del amanecer me abandonaron
en la cuneta junto al basural.
Di mil vueltas carnero asoleándome
entre los desperdicios estancados
hasta ser recogido por un noble
pastor de hombres que al fin de nuestros días
predicara al calor del meridiano.
Con tal de apaciguar mi hambre meciéndome
en su regazo supo amamantarme
con la leche cuajada La Martona.
Sin embargo pasado lo peor
toda vez despejado de lagañas
frente al espejo vengo a descubrir
un estigma que nunca iba poder
borrar: sobre mis labios un goloso
bigote de lactosa dibujado.

 

XXVII

Me humedecí las yemas con saliva
y entre los dedos índice y pulgar
verde leña abrasé sin inmutarme.
Advertidos que no me hacía mella
los hijos del delirio y de la noche
tuvieron de inmediato una mudanza
de semblante en cambio de epidermis.
Sin solicitar nueva contraseña
rancho a parte avivaron otra mecha
y los niños envueltos mano en mano
volaron sobre el fuego encendiendo
alternativamente nuestros rostros.
Y pasando revista de tumberos
detrás de la muralla confinados
a sus plantas rendido fui cayendo.