La protagonista de esta historia es una huésped pero sin “casa” para alojarse. Es huésped de un no-lugar. Una mujer que se interroga y busca una identidad, un sitio, un “alojamiento” donde hospedarse, porque no encaja, a pesar de los casilleros que ella sabe que le han sido adjudicados; “sencillamente” no encaja. Como diría Julia Kristeva, somos “extranjeros para nosotros mismos”.

Toda la novela, bajo la forma de una pregunta no explícita hasta el final, y un desarraigo, una búsqueda o un intento de, es la descripción de una extranjeridad, que no solo es femenina (aunque eso la acrecienta) sino constitutiva de nuestra humanidad. La lucha por construirse, por hacerse un lugar en medio de una lengua extranjera, en medio del extrañamiento, es la lucha de esta mujer por hospedarse a sí misma en sí misma. Pero lo ajeno sale del propio cuerpo (nunca propio, siempre de otro), como lo más íntimo y lo más irreconocible al mismo tiempo. Es la extimidad absoluta.

“Una novela de prosa descarnada acerca del centauro de carne y palabra que somos, y de la construcción de la identidad que, como una soga, anuda los dos extremos”.

Valeria Correa Fiz

La Huésped - Florencia Del Campo

$8.800
La Huésped - Florencia Del Campo $8.800

La protagonista de esta historia es una huésped pero sin “casa” para alojarse. Es huésped de un no-lugar. Una mujer que se interroga y busca una identidad, un sitio, un “alojamiento” donde hospedarse, porque no encaja, a pesar de los casilleros que ella sabe que le han sido adjudicados; “sencillamente” no encaja. Como diría Julia Kristeva, somos “extranjeros para nosotros mismos”.

Toda la novela, bajo la forma de una pregunta no explícita hasta el final, y un desarraigo, una búsqueda o un intento de, es la descripción de una extranjeridad, que no solo es femenina (aunque eso la acrecienta) sino constitutiva de nuestra humanidad. La lucha por construirse, por hacerse un lugar en medio de una lengua extranjera, en medio del extrañamiento, es la lucha de esta mujer por hospedarse a sí misma en sí misma. Pero lo ajeno sale del propio cuerpo (nunca propio, siempre de otro), como lo más íntimo y lo más irreconocible al mismo tiempo. Es la extimidad absoluta.

“Una novela de prosa descarnada acerca del centauro de carne y palabra que somos, y de la construcción de la identidad que, como una soga, anuda los dos extremos”.

Valeria Correa Fiz