El tiempo, según Husserl, no es un tiempo psicológico. Entendemos por ello exclusivamente "por el momento" un tiempo "en" el cual estaríamos como en un medio especial. Es del tiempo después de la reducción fenomenológica que ha de tratarse, es decir, después de la renuncia a las evidencias ingenuas, a las posiciones de creencia, incapaces de justificarse ellas mismas. No sólo el tiempo sobre el cual hay que reflexionar aquí no es el tiempo del mundo o de la naturaleza, sino que tampoco es una recepción de contenidos, de vivencias que se suceden por una especie de ley fatal inexplicable en la cual no participaría la conciencia. Se trata de comprender no un devenir, sino una conciencia del devenir, una conciencia del tiempo. El tiempo de Husserl no es una corriente de conciencia, un mero transcurrir. Todas estas metáforas son falsas. Sólo se aplican a lo que es absolutamente objetivado, a lo que es cosa en el mundo, y no al tiempo tomado en su fuente. Sin embargo, Husserl emplea la palabra flujo, que designa el fenómeno originario de la temporalidad: producción ininterrumpida de nuevos aspectos de una cosa percibida, de nuevos modos de darse de un sonido que se prolonga. El engendramiento de modificaciones incesantes es el tiempo mismo. Hay una organización contínua de la conciencia a partir de impresiones primitivas renovadas sin cesar. Eso es lo que constituye la no inercia de la conciencia, su espontaneidad, lo que hace de ella flujo viviente.

La fenomenología de la conciencia inmanente del tiempo - Edmund Husserl

$22.200
La fenomenología de la conciencia inmanente del tiempo - Edmund Husserl $22.200

El tiempo, según Husserl, no es un tiempo psicológico. Entendemos por ello exclusivamente "por el momento" un tiempo "en" el cual estaríamos como en un medio especial. Es del tiempo después de la reducción fenomenológica que ha de tratarse, es decir, después de la renuncia a las evidencias ingenuas, a las posiciones de creencia, incapaces de justificarse ellas mismas. No sólo el tiempo sobre el cual hay que reflexionar aquí no es el tiempo del mundo o de la naturaleza, sino que tampoco es una recepción de contenidos, de vivencias que se suceden por una especie de ley fatal inexplicable en la cual no participaría la conciencia. Se trata de comprender no un devenir, sino una conciencia del devenir, una conciencia del tiempo. El tiempo de Husserl no es una corriente de conciencia, un mero transcurrir. Todas estas metáforas son falsas. Sólo se aplican a lo que es absolutamente objetivado, a lo que es cosa en el mundo, y no al tiempo tomado en su fuente. Sin embargo, Husserl emplea la palabra flujo, que designa el fenómeno originario de la temporalidad: producción ininterrumpida de nuevos aspectos de una cosa percibida, de nuevos modos de darse de un sonido que se prolonga. El engendramiento de modificaciones incesantes es el tiempo mismo. Hay una organización contínua de la conciencia a partir de impresiones primitivas renovadas sin cesar. Eso es lo que constituye la no inercia de la conciencia, su espontaneidad, lo que hace de ella flujo viviente.