Rosario, años 90, Facultad de Humanidades y Artes. En el patio una mujer baila desnuda sobre un trapecio. Y en el aula 22 flota la voz de Roberto Retamoso, Profesor de Teoría y Crítica Literaria. Hablando de Barthes, Baudelaire, Benjamin. El humo de los cigarrillos escala el espacio viciado del aula, hace un último remolino y, como engullido por la luz, desaparece en el temblequeo ronco del tubo fluorescente. Son las 8 de la noche. Probablemente las 9. Por la ventana trepan las consignas políticas: el plan de lucha, la advocación contra el recorte y la voz de Ángel Oliva, el hijo de Aldo, por lejos el mejor orador de la Asamblea. Maestro de las pausas, porque el énfasis está en las pausas, los cortes, el silencio por el que el rugido de una verdad política que está por venir escala, va subiendo, está en creciente, como una bola de nieve del discurso, subiendo por la cuesta de la voz propia y por cuya desembocadura, la garganta prepara la detonación del percutor. Y por la ventana los aplausos. Trepan los aplausos a Ángel Oliva, el gran orador de la Asamblea. Y los aplausos a Aldo, el poeta, profesor de Literatura Europea que dedicaba el año completo a La Divina Comedia. ¿Todo el año a un solo libro? Como si La Divina Comedia se pudiera leer en un solo año. Y autor de ese verso que dice: “Que mane, pues, la hora del poema”.

Humanidades - Juan Jose Mendoza

$14.000
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Rosario, años 90, Facultad de Humanidades y Artes. En el patio una mujer baila desnuda sobre un trapecio. Y en el aula 22 flota la voz de Roberto Retamoso, Profesor de Teoría y Crítica Literaria. Hablando de Barthes, Baudelaire, Benjamin. El humo de los cigarrillos escala el espacio viciado del aula, hace un último remolino y, como engullido por la luz, desaparece en el temblequeo ronco del tubo fluorescente. Son las 8 de la noche. Probablemente las 9. Por la ventana trepan las consignas políticas: el plan de lucha, la advocación contra el recorte y la voz de Ángel Oliva, el hijo de Aldo, por lejos el mejor orador de la Asamblea. Maestro de las pausas, porque el énfasis está en las pausas, los cortes, el silencio por el que el rugido de una verdad política que está por venir escala, va subiendo, está en creciente, como una bola de nieve del discurso, subiendo por la cuesta de la voz propia y por cuya desembocadura, la garganta prepara la detonación del percutor. Y por la ventana los aplausos. Trepan los aplausos a Ángel Oliva, el gran orador de la Asamblea. Y los aplausos a Aldo, el poeta, profesor de Literatura Europea que dedicaba el año completo a La Divina Comedia. ¿Todo el año a un solo libro? Como si La Divina Comedia se pudiera leer en un solo año. Y autor de ese verso que dice: “Que mane, pues, la hora del poema”.