La autora nunca pensó este texto para publicarse, sino para compartirlo íntimamente con un par de amigos que siempre la ayudaban en momentos clave. Dentro de ese grupo de amistades, casualidades de la vida, justo dio la puta casualidad que había un editor. Quizá la potencia de esta escritura, resida en su no intensión de hacerse pública y por lo tanto, en ese mecanismo no intensional, denuncie o revele el absurdo o mal endémico contemporáneo del modo de relación actual que nos está llevando al vaciamiento, al abuso y la estupidez en la palabra, los gestos y las vivencias.

fragmento

Hoy decidí no darle bola al teléfono, que bastante me irrita, y ponerme a escribir algo más interesante que respuestas de Whatsapp. Me enojé porque estoy cansada de la gente que cree que un vínculo se sostiene por mensajes. Me harté del cualquier cosa que necesites avisame, y nunca están cuando los necesitás, pero por mensaje te dicen te quiero mucho. Hay gente que se ofende si no le contestás un mensaje enseguida. Y hay gente que cree que cumple con su rol de amigo si manda un holacómoestás. Otros, mandan videos porque creen que eso te va a divertir, o te van a hacer bien. Incluso algunos, creen que ayudan por mensaje y escriben sabés que estoy –en persona no, por whatsapp–. Una vez, alguien me preguntó –por mensaje, obvio– si estaba todo bien, si lo consideraba un amigo. Cuando le dije por qué me preguntaba eso, me respondió: y… como no escribís. Muchos me reclaman, ¡che no sos capaz de mandar un mensaje! Como si el whatsapp con su cantidad de mensajes fuera una especie de medidor de calidad en la amistad. Hasta empecé a sentirme culpable y a sacar cuentas de cuánto tiempo pasaba sin intercambiar mensajes, y mandaba alguno que otro como para que no piensen que soy mala o crean que no me importan. Entré en la boludez total.

¡help! -¿QUÉ NECESITÁS?- Cecilia Rial

$4.500
¡help! -¿QUÉ NECESITÁS?- Cecilia Rial $4.500

La autora nunca pensó este texto para publicarse, sino para compartirlo íntimamente con un par de amigos que siempre la ayudaban en momentos clave. Dentro de ese grupo de amistades, casualidades de la vida, justo dio la puta casualidad que había un editor. Quizá la potencia de esta escritura, resida en su no intensión de hacerse pública y por lo tanto, en ese mecanismo no intensional, denuncie o revele el absurdo o mal endémico contemporáneo del modo de relación actual que nos está llevando al vaciamiento, al abuso y la estupidez en la palabra, los gestos y las vivencias.

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Hoy decidí no darle bola al teléfono, que bastante me irrita, y ponerme a escribir algo más interesante que respuestas de Whatsapp. Me enojé porque estoy cansada de la gente que cree que un vínculo se sostiene por mensajes. Me harté del cualquier cosa que necesites avisame, y nunca están cuando los necesitás, pero por mensaje te dicen te quiero mucho. Hay gente que se ofende si no le contestás un mensaje enseguida. Y hay gente que cree que cumple con su rol de amigo si manda un holacómoestás. Otros, mandan videos porque creen que eso te va a divertir, o te van a hacer bien. Incluso algunos, creen que ayudan por mensaje y escriben sabés que estoy –en persona no, por whatsapp–. Una vez, alguien me preguntó –por mensaje, obvio– si estaba todo bien, si lo consideraba un amigo. Cuando le dije por qué me preguntaba eso, me respondió: y… como no escribís. Muchos me reclaman, ¡che no sos capaz de mandar un mensaje! Como si el whatsapp con su cantidad de mensajes fuera una especie de medidor de calidad en la amistad. Hasta empecé a sentirme culpable y a sacar cuentas de cuánto tiempo pasaba sin intercambiar mensajes, y mandaba alguno que otro como para que no piensen que soy mala o crean que no me importan. Entré en la boludez total.