En busca de las palabras reúne los textos críticos y filosóficos sobre literatura y arte escritos por Oscar del Barco a lo largo de más de cuarenta años. En todos ellos es posible advertir una constante: la concepción del arte como una manifestación de lo sagrado, donde tanto el creador como el receptor no son más que oportunidades para la aparición del misterio de la existencia.
A contrapelo de la mayoría de las corrientes estéticas contemporáneas, Oscar del Barco defiende el arte como un propulsor de lo místico: una forma de éxtasis en la que el sujeto se extingue en lo absoluto. Para esto somete a crítica las ideas de representación y mímesis, con el propósito de deslegitimar los dualismos entre lenguaje y realidad, sujeto y objeto, espíritu y cuerpo. Los filósofos a los que acude, como Nietzsche y Blanchot, le sirven para acercarse —nunca analizar ni develar el sentido, algo contra lo que explícitamente se pronuncia— a Mallarmé, Artaud, Macedonio Fernández o Juan L. Ortiz.
En su prólogo, sostiene Carlos Riccardo: “Y si ‘Blanchot nunca abandona sus temas’, cabe destacar que Oscar del Barco tampoco abandona los suyos. Son ‘temas’ o líneas de fuerza que parecen emerger desde una zona central y efectivizarse en los diversos campos donde operan —el teórico-político, el filosófico, el poético— y desde donde se propagan, por debajo de la superficie, alcanzando múltiples perspectivas”.

En busca de las palabras - Oscar del Barco

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En busca de las palabras reúne los textos críticos y filosóficos sobre literatura y arte escritos por Oscar del Barco a lo largo de más de cuarenta años. En todos ellos es posible advertir una constante: la concepción del arte como una manifestación de lo sagrado, donde tanto el creador como el receptor no son más que oportunidades para la aparición del misterio de la existencia.
A contrapelo de la mayoría de las corrientes estéticas contemporáneas, Oscar del Barco defiende el arte como un propulsor de lo místico: una forma de éxtasis en la que el sujeto se extingue en lo absoluto. Para esto somete a crítica las ideas de representación y mímesis, con el propósito de deslegitimar los dualismos entre lenguaje y realidad, sujeto y objeto, espíritu y cuerpo. Los filósofos a los que acude, como Nietzsche y Blanchot, le sirven para acercarse —nunca analizar ni develar el sentido, algo contra lo que explícitamente se pronuncia— a Mallarmé, Artaud, Macedonio Fernández o Juan L. Ortiz.
En su prólogo, sostiene Carlos Riccardo: “Y si ‘Blanchot nunca abandona sus temas’, cabe destacar que Oscar del Barco tampoco abandona los suyos. Son ‘temas’ o líneas de fuerza que parecen emerger desde una zona central y efectivizarse en los diversos campos donde operan —el teórico-político, el filosófico, el poético— y desde donde se propagan, por debajo de la superficie, alcanzando múltiples perspectivas”.