Estamos frente a un libro sobre Witold Gombrowicz escrito por un argentino de una generación muy alejada a la que compartió su vida con el irreverente escritor polaco. Pablo Gasparini, en El exilio procaz, aprovecha lo que define como las “legendarias huellas” o, al menos, la “formidable ausencia” o “visible hueco” de Gombrowicz en el contexto cultural argentino y se pregunta, tras una acertada lectura de Diario, Ferdydurke y Transatlántico, qué es lo que hizo de Gombrowicz, o más precisamente de su literatura, algo insoportable para la elite intelectual argentina.
Lejos al fin de la crítica centrada en el anecdotario de vida y desprendido de los prejuicios y emociones que suscitaba la persona del artista provocador, Gasparini describe ahora un Gombrowicz “desubicado”, rejuvenecido por el exilio, y vislumbra en Ferdydurke la génesis de un sujeto “guarango” y las bases filosóficas y literarias de una “ética estética” desde la que se abrirá, como un guardado e insospechado secreto, la trunca dialéctica que desmoronará las usuales poses del exilio.
Gasparini no escoge esconderse tras el autor, sino que propone releer a Gombrowicz desde la originalidad de una escritura y de un precario pero potente lugar intelectual: el del “des-fachatado”. Con tal motivo confronta a Gombrowicz con viajeros en su momento consagrados (como Hermann Keyserling, Ortega y Gasset, Waldo Frank) y algunos exiliados: el notable Roger Caillois y el “provinciano” Roa Bastos. Al escribir sobre la “gesta ferdydurkista” destaca la figura y obra de Virgilio Piñera (una “conexión cubana” que lo lleva hasta Lezama Lima). Gracias a Gasparini descubrimos la lateral herencia gombrowicziana en la escritura de Copi, Osvaldo Lamborghini y Néstor Perlongher y encontramos polémicas con Piglia, Saer y Borges.
El exilio procaz inventa así un Gombrowicz argentino, algo que, sin dudas, necesitábamos desde hace mucho tiempo.
Klementyna Suchanow, Wroclaw (Polonia), 2006

El exilio procaz - Pablo Gasparini

$14.225
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Estamos frente a un libro sobre Witold Gombrowicz escrito por un argentino de una generación muy alejada a la que compartió su vida con el irreverente escritor polaco. Pablo Gasparini, en El exilio procaz, aprovecha lo que define como las “legendarias huellas” o, al menos, la “formidable ausencia” o “visible hueco” de Gombrowicz en el contexto cultural argentino y se pregunta, tras una acertada lectura de Diario, Ferdydurke y Transatlántico, qué es lo que hizo de Gombrowicz, o más precisamente de su literatura, algo insoportable para la elite intelectual argentina.
Lejos al fin de la crítica centrada en el anecdotario de vida y desprendido de los prejuicios y emociones que suscitaba la persona del artista provocador, Gasparini describe ahora un Gombrowicz “desubicado”, rejuvenecido por el exilio, y vislumbra en Ferdydurke la génesis de un sujeto “guarango” y las bases filosóficas y literarias de una “ética estética” desde la que se abrirá, como un guardado e insospechado secreto, la trunca dialéctica que desmoronará las usuales poses del exilio.
Gasparini no escoge esconderse tras el autor, sino que propone releer a Gombrowicz desde la originalidad de una escritura y de un precario pero potente lugar intelectual: el del “des-fachatado”. Con tal motivo confronta a Gombrowicz con viajeros en su momento consagrados (como Hermann Keyserling, Ortega y Gasset, Waldo Frank) y algunos exiliados: el notable Roger Caillois y el “provinciano” Roa Bastos. Al escribir sobre la “gesta ferdydurkista” destaca la figura y obra de Virgilio Piñera (una “conexión cubana” que lo lleva hasta Lezama Lima). Gracias a Gasparini descubrimos la lateral herencia gombrowicziana en la escritura de Copi, Osvaldo Lamborghini y Néstor Perlongher y encontramos polémicas con Piglia, Saer y Borges.
El exilio procaz inventa así un Gombrowicz argentino, algo que, sin dudas, necesitábamos desde hace mucho tiempo.
Klementyna Suchanow, Wroclaw (Polonia), 2006