Culpa de becarios como Morábito, Frisch, Chaves y Gombrowicz, no hay (casi) escritor que no se haya traído de Berlín su versión “diario íntimo” de la ciudad. Esa tradición es la que Mercedes Halfon recoge en su Diario pinchado con la sensibilidad de una observadora oportuna, que habla de sí cuando habla del mundo y viceversa. Y lo hace asumiendo un doble desafío: acá la diarista –como el futuro– es mujer, y no es la titular de la beca sino la novia del becario. De novia esperada, ansiosa, entusiasta, la diarista pasa pronto, muy pronto, a ser una insistencia, un lastre y, por fin, una especie de apéndice malhumorado que el novio, demasiado absorto en sus cositas de poeta, deja suelto en Berlín, sin intuir el error que comete.

Crónica a la vez triste y risueña, Diario pinchado degrada a su víctima y al mismo tiempo la redime, transformándola –nietzscheanamente– en eso que siempre fue: una outsider (una anti etnógrafa). Alguien a quien las cosas no le salen como esperaba y de un día para el otro, varada en una ciudad poco amable, debe arreglárselas con lo que tiene: talento para ser invisible, para ocupar espacios laterales que no quiere nadie, para inventarse vidas suplentes, complicidades artesanales, felicidades frágiles, modestas, de las que no teníamos noticias y que nos conmueven.

Alan Pauls

 

Diario pinchado - Mercedes Halfon

$19.000
Diario pinchado - Mercedes Halfon $19.000

Culpa de becarios como Morábito, Frisch, Chaves y Gombrowicz, no hay (casi) escritor que no se haya traído de Berlín su versión “diario íntimo” de la ciudad. Esa tradición es la que Mercedes Halfon recoge en su Diario pinchado con la sensibilidad de una observadora oportuna, que habla de sí cuando habla del mundo y viceversa. Y lo hace asumiendo un doble desafío: acá la diarista –como el futuro– es mujer, y no es la titular de la beca sino la novia del becario. De novia esperada, ansiosa, entusiasta, la diarista pasa pronto, muy pronto, a ser una insistencia, un lastre y, por fin, una especie de apéndice malhumorado que el novio, demasiado absorto en sus cositas de poeta, deja suelto en Berlín, sin intuir el error que comete.

Crónica a la vez triste y risueña, Diario pinchado degrada a su víctima y al mismo tiempo la redime, transformándola –nietzscheanamente– en eso que siempre fue: una outsider (una anti etnógrafa). Alguien a quien las cosas no le salen como esperaba y de un día para el otro, varada en una ciudad poco amable, debe arreglárselas con lo que tiene: talento para ser invisible, para ocupar espacios laterales que no quiere nadie, para inventarse vidas suplentes, complicidades artesanales, felicidades frágiles, modestas, de las que no teníamos noticias y que nos conmueven.

Alan Pauls