Una doble luz cruza en haz este libro espacioso y claro, la que irradia la memoria como forma abierta del tiempo y la que libera cada poema en tanto cuerpo encantado del lenguaje: “Con el mismo cuerpo recorro / la vida y los sueños”, escribe Feuerstein. Y quizás porque escribir “después de la orfandad” supone que “algo de esta luz / anticipa la noche”, se diría que la voz poética trabaja aquí al modo de un delicado llamador de almas. Así van llegando —“lo que trajo el río, [...] lo que el río se llevó”—, como demorados en suaves remolinos para dejarse ir otra vez en la fuerza del agua: los abuelos; la madre y el tumor que le sacó el odio; el padre, con sus ojos “sorprendidos por la luz a pesar de todo”, tras una niñez de “campos” y gheto; los amores hallados y perdidos; la infancia de los propios hijos, ahora grandes. Retrato de familia, si se quiere, sí, el de estos versos “desprendidos” pero, más aún, vida celebrada en el misterio de su ser siempre con otros; hasta con su dolor, hasta con su ausencia.

 

De que se trata el otoño en mi ventana - Celina Feuerstein

$8.990
De que se trata el otoño en mi ventana - Celina Feuerstein $8.990

Una doble luz cruza en haz este libro espacioso y claro, la que irradia la memoria como forma abierta del tiempo y la que libera cada poema en tanto cuerpo encantado del lenguaje: “Con el mismo cuerpo recorro / la vida y los sueños”, escribe Feuerstein. Y quizás porque escribir “después de la orfandad” supone que “algo de esta luz / anticipa la noche”, se diría que la voz poética trabaja aquí al modo de un delicado llamador de almas. Así van llegando —“lo que trajo el río, [...] lo que el río se llevó”—, como demorados en suaves remolinos para dejarse ir otra vez en la fuerza del agua: los abuelos; la madre y el tumor que le sacó el odio; el padre, con sus ojos “sorprendidos por la luz a pesar de todo”, tras una niñez de “campos” y gheto; los amores hallados y perdidos; la infancia de los propios hijos, ahora grandes. Retrato de familia, si se quiere, sí, el de estos versos “desprendidos” pero, más aún, vida celebrada en el misterio de su ser siempre con otros; hasta con su dolor, hasta con su ausencia.