Laura fija la mirada un poco más allá del vidrio delantero. La rodea un paisaje oscuro. Unas líneas blancas intermitentes le develan la ruta. A los costados, nada. Su realidad se acota a la visibilidad de unos pocos metros. Arruga la nariz cuando huele un olor rancio a transpiración masculina. No se mueve. Tiene miedo de mirar a su izquierda. Elige seguir hurgando la oscuridad aburrida del exterior, mientras que le exige al olfato alguna capacidad sobrenatural que la guíe en la identificación de la persona que parece llevarla hacia alguna parte. Finalmente ve la mano apoyada en la palanca de cambios, con un anillo de plata. Es Martel. Recién ahí la realidad le pega fuerte. Vuelve a cerrar los ojos, controlando el mareo y un gusto ácido que le llega al paladar.

 

Asco - Carolina Perrot

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Laura fija la mirada un poco más allá del vidrio delantero. La rodea un paisaje oscuro. Unas líneas blancas intermitentes le develan la ruta. A los costados, nada. Su realidad se acota a la visibilidad de unos pocos metros. Arruga la nariz cuando huele un olor rancio a transpiración masculina. No se mueve. Tiene miedo de mirar a su izquierda. Elige seguir hurgando la oscuridad aburrida del exterior, mientras que le exige al olfato alguna capacidad sobrenatural que la guíe en la identificación de la persona que parece llevarla hacia alguna parte. Finalmente ve la mano apoyada en la palanca de cambios, con un anillo de plata. Es Martel. Recién ahí la realidad le pega fuerte. Vuelve a cerrar los ojos, controlando el mareo y un gusto ácido que le llega al paladar.