Y ni siquiera soy el mismo cuando escribo podría ser un ensayo más sobre el oficio del escritor, una suerte de decálogo para escritores -con digresiones, eso sí-, un manual para solitarios; o mejor, podría ser el diálogo que un escritor mantiene consigo mismo, o con su sombra, frente a un espejo en un lugar deshabitado: una posible explicación literaria o bien una confesión sincera, libre de culpa y cargo, acerca de cómo, qué y para qué hurgar en un depósito de cosas inservibles para, por fin,  después de muchos años, rescatar algo. Eso por lo que valdrá la pena vivir. Y escribir para contarlo.

Desde lo más cursi que mi corazón puede decir: no esperen nada de la literatura. Y si no esperan nada, esperen todo. Y si esperan todo, que sea como un juego. Que lo que llegue no sea nada, y que lo que no, que sea más rico que eso, que los haga más fuertes. Y, por favor, como sospecho que diría el poeta, no se sientan escritores ni aun escritores, no se sientan publicados ni aun publicados: trémulo de pavor, siéntate al teclado y arremete feroz, ya rechazado. No se vistan de escritores ni de otra cosa; sean simplemente ustedes mismos. Hay ahí una soledad, la única, la que nos da el título de escritor. Soltar, con amor, lo que admiramos, para estar solos en eso que nos espera adelante. Si tienen el diario del lunes y se enteran qué es, qué hay, qué resultó ser, entonces, no me avisen, no quiero saberlo.

Y ni siquiera soy el mismo cuando escribo - Luis Mey

$21.500
Y ni siquiera soy el mismo cuando escribo - Luis Mey $21.500

Y ni siquiera soy el mismo cuando escribo podría ser un ensayo más sobre el oficio del escritor, una suerte de decálogo para escritores -con digresiones, eso sí-, un manual para solitarios; o mejor, podría ser el diálogo que un escritor mantiene consigo mismo, o con su sombra, frente a un espejo en un lugar deshabitado: una posible explicación literaria o bien una confesión sincera, libre de culpa y cargo, acerca de cómo, qué y para qué hurgar en un depósito de cosas inservibles para, por fin,  después de muchos años, rescatar algo. Eso por lo que valdrá la pena vivir. Y escribir para contarlo.

Desde lo más cursi que mi corazón puede decir: no esperen nada de la literatura. Y si no esperan nada, esperen todo. Y si esperan todo, que sea como un juego. Que lo que llegue no sea nada, y que lo que no, que sea más rico que eso, que los haga más fuertes. Y, por favor, como sospecho que diría el poeta, no se sientan escritores ni aun escritores, no se sientan publicados ni aun publicados: trémulo de pavor, siéntate al teclado y arremete feroz, ya rechazado. No se vistan de escritores ni de otra cosa; sean simplemente ustedes mismos. Hay ahí una soledad, la única, la que nos da el título de escritor. Soltar, con amor, lo que admiramos, para estar solos en eso que nos espera adelante. Si tienen el diario del lunes y se enteran qué es, qué hay, qué resultó ser, entonces, no me avisen, no quiero saberlo.