Durante casi 10 años (¡10 años!) una joven de 17 se va volviendo adulta. Obviamente le van sucediendo montones de cosas, como a todo el mundo en esa cantidad de tiempo. Incluso tiene un hijo al que le pone Andrés. Hasta aquí lo que podría ser la sinopsis de una novela de aventuras adolescente. Pero hay algo extraño en el personaje: la joven (que luego se hará adulta) no decide por sí misma casi nada. Pero no es por abandono, abulia, inercia o depresión. Es porque otros deciden por ella.

Durante todos esos años (del 74 al 84) Charo Moreno, uruguaya, permanece prisionera en las cárceles argentinas; sostenida por los compañeros (a veces ocasionales, cambiantes, efímeros), por su propia fe en algo que casi no podemos llegar a nombrar y por la palabra. Diez años de palabras -trabajosa-amorosamente dirigidas a su madre- que inventan sin cesar un mundo (el propio, el de la cárcel y el extraño; el afuera que imagina) como si sospechara -tan pequeña y tan inmensa- que el universo entero de letras y palabras, que todo es texto pero que a pesar de ello (como dicen los cabalistas hebreos) no hay una lectura definitiva ni absoluta; el texto resta siempre ilegible: la fidelidad es al porvenir, a lo no pensado aún. Pero si el hombre detuviera el mundo se evaporaría.

Desde el nivel de la experiencia inmediata, no de sus reflejos lejanos, la lectura de estas cartas va armando y desmoronando -delante de nuestros ojos- más de tres mil días con sus noches en un infinito y paciente trazo donde es tan significativo lo que se dice como lo que se calla. Todas las cartas llevas el sello de CENSURADO, que -en la particular mirada de los represores- alude a PERMITIDO.

Curiosa paradoja del infierno en la tierra.

Margarita Roncarolo.

Y con esta luna... Cartas desde la cárcel - Charo Moreno

$35.000
Y con esta luna... Cartas desde la cárcel - Charo Moreno $35.000

Durante casi 10 años (¡10 años!) una joven de 17 se va volviendo adulta. Obviamente le van sucediendo montones de cosas, como a todo el mundo en esa cantidad de tiempo. Incluso tiene un hijo al que le pone Andrés. Hasta aquí lo que podría ser la sinopsis de una novela de aventuras adolescente. Pero hay algo extraño en el personaje: la joven (que luego se hará adulta) no decide por sí misma casi nada. Pero no es por abandono, abulia, inercia o depresión. Es porque otros deciden por ella.

Durante todos esos años (del 74 al 84) Charo Moreno, uruguaya, permanece prisionera en las cárceles argentinas; sostenida por los compañeros (a veces ocasionales, cambiantes, efímeros), por su propia fe en algo que casi no podemos llegar a nombrar y por la palabra. Diez años de palabras -trabajosa-amorosamente dirigidas a su madre- que inventan sin cesar un mundo (el propio, el de la cárcel y el extraño; el afuera que imagina) como si sospechara -tan pequeña y tan inmensa- que el universo entero de letras y palabras, que todo es texto pero que a pesar de ello (como dicen los cabalistas hebreos) no hay una lectura definitiva ni absoluta; el texto resta siempre ilegible: la fidelidad es al porvenir, a lo no pensado aún. Pero si el hombre detuviera el mundo se evaporaría.

Desde el nivel de la experiencia inmediata, no de sus reflejos lejanos, la lectura de estas cartas va armando y desmoronando -delante de nuestros ojos- más de tres mil días con sus noches en un infinito y paciente trazo donde es tan significativo lo que se dice como lo que se calla. Todas las cartas llevas el sello de CENSURADO, que -en la particular mirada de los represores- alude a PERMITIDO.

Curiosa paradoja del infierno en la tierra.

Margarita Roncarolo.