Un folleto viene a ser en teoría una guía para el que va a viajar. En la práctica, los folletos me llenan de perplejidad. ¿Adónde iré primero? Hay turismo rural, religioso, de termas (recuerdo una vez que fui a Copahue y vi salir a multitudes de la laguna del Chancho que es un enorme pozo de barro; salían trepando por las laderas del hoyo todos embarrados, cara y cuerpo; era como un espectáculo bíblico). No me voy a ir tan lejos para ver gente embarrada; en realidad el de Copahue es turismo térmico-religioso, creen en el barro. Turismo de negocios, ¿cómo será eso? Dinosaurios, no, no quiero verlos, ya los sé de memoria y no quiero que ningún guía me señale la vértebra que les falta, yo no me daría cuenta. Tampoco el avistamiento de cóndores, porque todos dicen: “Ahí va, ahí va” y yo pregunto: “¿Dónde?” Siempre me los pierdo.» Hebe Uhart «La escritora-narradora que estas crónicas van construyendo es, como ya se dijo, una gran lectora, ávida, desprejuiciada, capaz de citar párrafos de Alexander von Humboldt, Paul Groussac y Beatriz Vignoli, pero también de escritores locales en ediciones de autor, de un libro acerca de la Feria de Tristán Narvaja y de una Descripción geográfica de la ciudad de Santa Fe del año 1887. Es, también, sumamente furtiva. Rehúye lo autobiográfico y, cuando hace alguna concesión, se trata siempre de algo mínimo: la incomodidad que implica mirar, tomar notas y agua a la vez; la costumbre de caminar sin rumbo en las ciudades grandes. (…) Hebe Uhart, como Clarice Lispector, comprende bien que las cartas más interesantes de una crónica se juegan no cuando se intenta reflejar una realidad, esa entelequia, sino cuando se focaliza ese detalle capaz de revelar un mundo.» María Sonia Cristoff, La Nación, de Buenos Aires

Visto y oído - Hebe Uhart

$18.000
Visto y oído - Hebe Uhart $18.000

Un folleto viene a ser en teoría una guía para el que va a viajar. En la práctica, los folletos me llenan de perplejidad. ¿Adónde iré primero? Hay turismo rural, religioso, de termas (recuerdo una vez que fui a Copahue y vi salir a multitudes de la laguna del Chancho que es un enorme pozo de barro; salían trepando por las laderas del hoyo todos embarrados, cara y cuerpo; era como un espectáculo bíblico). No me voy a ir tan lejos para ver gente embarrada; en realidad el de Copahue es turismo térmico-religioso, creen en el barro. Turismo de negocios, ¿cómo será eso? Dinosaurios, no, no quiero verlos, ya los sé de memoria y no quiero que ningún guía me señale la vértebra que les falta, yo no me daría cuenta. Tampoco el avistamiento de cóndores, porque todos dicen: “Ahí va, ahí va” y yo pregunto: “¿Dónde?” Siempre me los pierdo.» Hebe Uhart «La escritora-narradora que estas crónicas van construyendo es, como ya se dijo, una gran lectora, ávida, desprejuiciada, capaz de citar párrafos de Alexander von Humboldt, Paul Groussac y Beatriz Vignoli, pero también de escritores locales en ediciones de autor, de un libro acerca de la Feria de Tristán Narvaja y de una Descripción geográfica de la ciudad de Santa Fe del año 1887. Es, también, sumamente furtiva. Rehúye lo autobiográfico y, cuando hace alguna concesión, se trata siempre de algo mínimo: la incomodidad que implica mirar, tomar notas y agua a la vez; la costumbre de caminar sin rumbo en las ciudades grandes. (…) Hebe Uhart, como Clarice Lispector, comprende bien que las cartas más interesantes de una crónica se juegan no cuando se intenta reflejar una realidad, esa entelequia, sino cuando se focaliza ese detalle capaz de revelar un mundo.» María Sonia Cristoff, La Nación, de Buenos Aires