Algo que puede llamarse intimidad aparece en ciertos registros de la literatura: diarios, cartas, memorias, referencias o claves autobiográficas dentro de las así llamadas ficciones.

Giordano relee, o más bien diría que escucha con atención, con extremo cuidado esas resonancias

donde casi siempre descubre no la verdad de un sujeto, sino la extrañeza de un yo que se

refleja en el espejo empañado de su escritura. No obstante, la máxima iluminación de este libro

se da en otro yo, el del crítico. Lo íntimo de los escritores le permite a su autor contarnos algo, hablar en primera persona. ¿Existe la vida después de la crítica, de la escritura en general? –parece preguntarse, preguntarme. ¿Habrá que olvidar los libros para que se abra paso la extrañeza de lo íntimo que tanto se ha perseguido en la escritura ajena? Todo lo contrario, quizás. El mismo deseo de registrar algo por escrito, incluso las propias dudas, las propias obsesiones, que la crítica llamaría recurrencias, ya está en busca de ese otro, lo otro que permita al fin pronunciar un yo, no como objeto, sino como principio activo, inasible pero continuo, de un estilo. Eso se llama leer, dirá Giordano, siguiendo las propias emociones. Y tal persecución, interminable, llegará a esbozar en el horizonte que se sustrae el dolor, el pensamiento, lo posible, es decir, una vida escrita, que puede empezar por ejemplo así: “Una tarde, muy triste, para consolarme…” Silvio Mattoni

Una posibilidad de vida (2da) - Alberto Giordano

$26.605
Una posibilidad de vida (2da) - Alberto Giordano $26.605

Algo que puede llamarse intimidad aparece en ciertos registros de la literatura: diarios, cartas, memorias, referencias o claves autobiográficas dentro de las así llamadas ficciones.

Giordano relee, o más bien diría que escucha con atención, con extremo cuidado esas resonancias

donde casi siempre descubre no la verdad de un sujeto, sino la extrañeza de un yo que se

refleja en el espejo empañado de su escritura. No obstante, la máxima iluminación de este libro

se da en otro yo, el del crítico. Lo íntimo de los escritores le permite a su autor contarnos algo, hablar en primera persona. ¿Existe la vida después de la crítica, de la escritura en general? –parece preguntarse, preguntarme. ¿Habrá que olvidar los libros para que se abra paso la extrañeza de lo íntimo que tanto se ha perseguido en la escritura ajena? Todo lo contrario, quizás. El mismo deseo de registrar algo por escrito, incluso las propias dudas, las propias obsesiones, que la crítica llamaría recurrencias, ya está en busca de ese otro, lo otro que permita al fin pronunciar un yo, no como objeto, sino como principio activo, inasible pero continuo, de un estilo. Eso se llama leer, dirá Giordano, siguiendo las propias emociones. Y tal persecución, interminable, llegará a esbozar en el horizonte que se sustrae el dolor, el pensamiento, lo posible, es decir, una vida escrita, que puede empezar por ejemplo así: “Una tarde, muy triste, para consolarme…” Silvio Mattoni