Este libro es el relato de las acciones de un hombre que, en una remota Rosario, en la década de los setenta, en el centro de su vida, habiendo sido futbolista y arquitecto, resolvió en secreto convertirse en el mejor de los escritores; este libro es también el relato parcial del enlace de deseos y aversiones del cual resultó mi formación literaria. Mi padre fue aquel hombre; yo fui su amanuense y su crítico (tal vez fuera también su único lector): leyendo sus escritos, página por página, cada minuciosa madrugada, de sa rro llé la curiosa combinación de terror y fascinación que los libros me ocasionan. Todos los años, puntual, mi padre escribía una novela (historias de crímenes, de sesiones espiritistas, de conciertos imposibles, de catástrofes); él mismo las publicaba, con las tapas que había diseñado, empleando sus colores económicos y sus esténciles. Venían de la imprenta en masivos paquetes que guardaba en su ropero, donde todavía permanecen; no todos: de a cientos los enviaba a las bibliotecas asiáticas, africanas, europeas, de un vasto mundo cuyas normas ignoraba. Mientras tanto, la geografía de la casa volvía a trazarse,
en negociaciones y disputas, para que se abrieran los territorios de su escritura. A veces, las letras y la música eran ocasiones de violencia. A los cincuenta años, de repente, cayó muerto. Yo creí
que aborrecía sus libros; luego volví a leerlos y ya no supe. Para aclarar las cosas escribí este libro: resumí tramas, copié largos pasajes, recordé como pude vagas leyendas familiares, concebí otras ficciones que no sé ahora a quién le pertenecen.


Reinaldo Laddaga

Un prólogo a los libros de mi padre - Reinaldo Laddaga

$17.570
Un prólogo a los libros de mi padre - Reinaldo Laddaga $17.570

Este libro es el relato de las acciones de un hombre que, en una remota Rosario, en la década de los setenta, en el centro de su vida, habiendo sido futbolista y arquitecto, resolvió en secreto convertirse en el mejor de los escritores; este libro es también el relato parcial del enlace de deseos y aversiones del cual resultó mi formación literaria. Mi padre fue aquel hombre; yo fui su amanuense y su crítico (tal vez fuera también su único lector): leyendo sus escritos, página por página, cada minuciosa madrugada, de sa rro llé la curiosa combinación de terror y fascinación que los libros me ocasionan. Todos los años, puntual, mi padre escribía una novela (historias de crímenes, de sesiones espiritistas, de conciertos imposibles, de catástrofes); él mismo las publicaba, con las tapas que había diseñado, empleando sus colores económicos y sus esténciles. Venían de la imprenta en masivos paquetes que guardaba en su ropero, donde todavía permanecen; no todos: de a cientos los enviaba a las bibliotecas asiáticas, africanas, europeas, de un vasto mundo cuyas normas ignoraba. Mientras tanto, la geografía de la casa volvía a trazarse,
en negociaciones y disputas, para que se abrieran los territorios de su escritura. A veces, las letras y la música eran ocasiones de violencia. A los cincuenta años, de repente, cayó muerto. Yo creí
que aborrecía sus libros; luego volví a leerlos y ya no supe. Para aclarar las cosas escribí este libro: resumí tramas, copié largos pasajes, recordé como pude vagas leyendas familiares, concebí otras ficciones que no sé ahora a quién le pertenecen.


Reinaldo Laddaga