«Viajamos, era el año 2017, de París a Bretaña. No podía esperarme, como en el viaje anterior que dio inicio a esta ensoñación, ninguna revelación, ninguna noticia. Si entonces no tenía otra expectativa que dar una charla más o menos profesional que no defraudara ni a los estudiantes ni a los profesores que habían patrocinado mi visita, y en ese estado de tensa distracción se me fueron revelando, a partir del inmediato recuerdo de un poema de Saer y del modo de sentarme en el tren, muy confusamente, las primeras notas de lo que mucho tiempo después serían esta investigación y este ensayo, doce años más tarde me había convertido, a los efectos del viaje, en lo que Iain Sinclair llama ya no un paseante, sino “un acosador”. Aquel que hace un viaje completamente deliberado, de mirada afilada, con una meta, sin entretenerse, sin curiosear. Un viaje con una tesis y con una presa. Hacer, como Ricardo Rojas y Juan José Saer, el viaje de París a Bretaña en tren. Seguir, en Brest, las señas de Rubén Darío, alojarme, como él, en el hotel Continental. Cruzar a la península de Crozon, visitar el solar o las ruinas de la casa de Saint-Pol-Roux, ir, como Rojas, de La Pagode (o de lo que quedara de ella) a la bahía de Douarnenez, sentir, como Girondo, desde esas playas, el olor a sexo del mar. El acosador, dice Sinclair, es “un paseante que suda”».   

Martín Prieto

Todos los ensayos de Un enorme parasol de tela verde pueden ser estimados como el testimonio de una experiencia crítica condensada, la de quien, desde su interés «por la historia y por la historiografía de la literatura argentina», ha perseguido a través de décadas esa pertinencia de lectura que exige localizar el punto adecuado entre la mirada temporal de largo alcance y la que se detiene en una conjunción adversativa al inicio de un verso.

Sergio Raimondi

Prólogo

Un enorme parasol de tela verde - Martín Prieto

$22.990
Un enorme parasol de tela verde - Martín Prieto $22.990

«Viajamos, era el año 2017, de París a Bretaña. No podía esperarme, como en el viaje anterior que dio inicio a esta ensoñación, ninguna revelación, ninguna noticia. Si entonces no tenía otra expectativa que dar una charla más o menos profesional que no defraudara ni a los estudiantes ni a los profesores que habían patrocinado mi visita, y en ese estado de tensa distracción se me fueron revelando, a partir del inmediato recuerdo de un poema de Saer y del modo de sentarme en el tren, muy confusamente, las primeras notas de lo que mucho tiempo después serían esta investigación y este ensayo, doce años más tarde me había convertido, a los efectos del viaje, en lo que Iain Sinclair llama ya no un paseante, sino “un acosador”. Aquel que hace un viaje completamente deliberado, de mirada afilada, con una meta, sin entretenerse, sin curiosear. Un viaje con una tesis y con una presa. Hacer, como Ricardo Rojas y Juan José Saer, el viaje de París a Bretaña en tren. Seguir, en Brest, las señas de Rubén Darío, alojarme, como él, en el hotel Continental. Cruzar a la península de Crozon, visitar el solar o las ruinas de la casa de Saint-Pol-Roux, ir, como Rojas, de La Pagode (o de lo que quedara de ella) a la bahía de Douarnenez, sentir, como Girondo, desde esas playas, el olor a sexo del mar. El acosador, dice Sinclair, es “un paseante que suda”».   

Martín Prieto

Todos los ensayos de Un enorme parasol de tela verde pueden ser estimados como el testimonio de una experiencia crítica condensada, la de quien, desde su interés «por la historia y por la historiografía de la literatura argentina», ha perseguido a través de décadas esa pertinencia de lectura que exige localizar el punto adecuado entre la mirada temporal de largo alcance y la que se detiene en una conjunción adversativa al inicio de un verso.

Sergio Raimondi

Prólogo