Publicada entre 1944 y 1956, la revista literaria “Orígenes” intentó dialogar desde La Habana con el mundo. Fueron muchos los escritores europeos, estadounidenses y latinoamericanos que aparecieron en sus páginas. La revista se ocupó de la obra de varios extranjeros, y puede afirmarse que, en buena medida, “Orígenes” debió su existencia a un puñado de escritores lejanos. Pues Juan Ramón Jiménez sirvió de catalizador para la fundación del grupo literario que la publicara, y María Zambrano dedicó al grupo su ensayo “La Cuba secreta”, donde se refirió a un país invisible y misterioso y a la entrada de la isla en la historia. Y fue la polémica entre Juan Ramón Jiménez y varios poetas españoles de la Generación del 27 la que decidió el cisma dentro del grupo habanero y condujo a la desaparición de la revista. Próxima a varias publicaciones mexicanas de la época, “Orígenes” ha sido remitida en genealogía hasta “Contemporáneos”, y relacionada con la argentina “Sur” con la cual pretendió rivalizar a partir de la publicación de primicias estadounidenses y (en menor grado) europeas: dos de los “Four Quartets” de T. S. Eliot, un capítulo de las memorias inéditas de George Santayana, el poema que Stephen Spender llegó a reescribir para su aparición en la revista habanera... Adriana Kanzepolsky cataloga en este libro la presencia de escritores extranjeros en las páginas de “Orígenes” y estudia no sólo cómo fue leída la revista, sino cómo y a quienes la revista leyó. (Entran Góngora y Vallejo y Mallarmé y Rimbaud y Gombrowicz y Joyce. No clasifican Neruda y Sartre y el psicoanálisis y el surrealismo.) La autora devela el esfuerzo de un grupo de escritores por fundar, en La Habana de los cuarenta, una utopía a la altura de lo profetizado por la Zambrano. Establece una historia de sus nómadas (José Rodríguez Feo, codirector, por universidades estadounidenses, Virgilio Piñera en Buenos Aires) y de la recepción de envíos de éstos en el centro habanero inamovible de José Lezama Lima. Rastrea en la correspondencia entre director nómada y director inmóvil una política de la publicación, y completa su lectura con las cartas que José Rodríguez Feo y Wallace Stevens se cruzaran. Examina, por tanto, el desencuentro entra la mirada que la revista dirigió al extranjero y la que el extranjero echó sobre la revista. Mira a “Orígenes” en un espejo. Revisita, en suma, el tantálico asunto de cómo la periferia aspira al centro. Con Un dibujo del mundo: extranjeros en Orígenes, Adriana Kanzepolsky ha escrito un volumen imprescindible entre los estudios que se ocupan de “Orígenes” y, más aún, de las revistas literarias del continente. Antonio José Ponte

Un dibujo del mundo - Adriana Kanzepolsky

$11.930
Un dibujo del mundo - Adriana Kanzepolsky $11.930

Publicada entre 1944 y 1956, la revista literaria “Orígenes” intentó dialogar desde La Habana con el mundo. Fueron muchos los escritores europeos, estadounidenses y latinoamericanos que aparecieron en sus páginas. La revista se ocupó de la obra de varios extranjeros, y puede afirmarse que, en buena medida, “Orígenes” debió su existencia a un puñado de escritores lejanos. Pues Juan Ramón Jiménez sirvió de catalizador para la fundación del grupo literario que la publicara, y María Zambrano dedicó al grupo su ensayo “La Cuba secreta”, donde se refirió a un país invisible y misterioso y a la entrada de la isla en la historia. Y fue la polémica entre Juan Ramón Jiménez y varios poetas españoles de la Generación del 27 la que decidió el cisma dentro del grupo habanero y condujo a la desaparición de la revista. Próxima a varias publicaciones mexicanas de la época, “Orígenes” ha sido remitida en genealogía hasta “Contemporáneos”, y relacionada con la argentina “Sur” con la cual pretendió rivalizar a partir de la publicación de primicias estadounidenses y (en menor grado) europeas: dos de los “Four Quartets” de T. S. Eliot, un capítulo de las memorias inéditas de George Santayana, el poema que Stephen Spender llegó a reescribir para su aparición en la revista habanera... Adriana Kanzepolsky cataloga en este libro la presencia de escritores extranjeros en las páginas de “Orígenes” y estudia no sólo cómo fue leída la revista, sino cómo y a quienes la revista leyó. (Entran Góngora y Vallejo y Mallarmé y Rimbaud y Gombrowicz y Joyce. No clasifican Neruda y Sartre y el psicoanálisis y el surrealismo.) La autora devela el esfuerzo de un grupo de escritores por fundar, en La Habana de los cuarenta, una utopía a la altura de lo profetizado por la Zambrano. Establece una historia de sus nómadas (José Rodríguez Feo, codirector, por universidades estadounidenses, Virgilio Piñera en Buenos Aires) y de la recepción de envíos de éstos en el centro habanero inamovible de José Lezama Lima. Rastrea en la correspondencia entre director nómada y director inmóvil una política de la publicación, y completa su lectura con las cartas que José Rodríguez Feo y Wallace Stevens se cruzaran. Examina, por tanto, el desencuentro entra la mirada que la revista dirigió al extranjero y la que el extranjero echó sobre la revista. Mira a “Orígenes” en un espejo. Revisita, en suma, el tantálico asunto de cómo la periferia aspira al centro. Con Un dibujo del mundo: extranjeros en Orígenes, Adriana Kanzepolsky ha escrito un volumen imprescindible entre los estudios que se ocupan de “Orígenes” y, más aún, de las revistas literarias del continente. Antonio José Ponte