Sebastián es argentino y viaja con Flor, su novia chilena y una pareja amiga de ella, hacia La Ligua con el objetivo de visitar la tumba del poeta Jorge Teillier y realizar una ofrenda. La expedición es también una forma de profundizar en ese vínculo ambivalente que tiene con Flor, una joven emprendedora en otros rubros, que continúa la tradición del tejido manual que le enseñó su abuela y por eso, además de ser un poco guía y anfitriona de la expedición, le interesan las lanas que se producen en la zona. Los cuatro están dispuestos a entregarse al disfrute del paisaje y la gastronomía criolla. Mientras suceden las conversaciones y silencios en el interior del coche se despliega el pensamiento de Sebastián que cuenta, calla y teje la trama de esta novela que trata de la búsqueda de los placeres de la literatura, el sexo, el juego, los sabores, la soledad y la compañía, en contraposición con las anécdotas de vidas trágicas y frustradas: Guadalupe Rivero, la maestra jardinera descarrilada por la pasión del juego, los marineros húngaros nadando en las costas del Paraná, el joven jugador de fútbol secuestrado por la dictadura que gritó “viva la patria” ante el simulacro de fusilamiento y la voluntariosa Sybila Arredondo Ladrón de Guevara, injustamente presa.

La novela —esta novela, pero también la novela literaria en sí— es ese puente que se establece para transitar lo incompartible con las personas del entramado emocional del protagonista. Se crea así una intimidad con el lector, ese cómplice anónimo que comprende el doble sentimiento de magnetismo y anhelo de abandono.

El coche conducido por Flor avanza a velocidad crucero y en las paradas, el otro argentino —probablemente el antagonista de Sebastián—, se hace presente de forma indirecta, a través de su BMW y de los comentarios de hoteleros, generando un misterio.

UN DÍA TEILLIER bailotea en el chapitel resbaladizo del deseo y tiene su centro oculto: lo que permanece inalterable en la memoria, representado en los objetos del pasado, en la foto encontrada por azar, en las calles del pueblo imaginario, en el libro guardado en el morral del joven poeta.

Un día Teillier - Ignacio Mercapide

$13.900
Un día Teillier - Ignacio Mercapide $13.900

Sebastián es argentino y viaja con Flor, su novia chilena y una pareja amiga de ella, hacia La Ligua con el objetivo de visitar la tumba del poeta Jorge Teillier y realizar una ofrenda. La expedición es también una forma de profundizar en ese vínculo ambivalente que tiene con Flor, una joven emprendedora en otros rubros, que continúa la tradición del tejido manual que le enseñó su abuela y por eso, además de ser un poco guía y anfitriona de la expedición, le interesan las lanas que se producen en la zona. Los cuatro están dispuestos a entregarse al disfrute del paisaje y la gastronomía criolla. Mientras suceden las conversaciones y silencios en el interior del coche se despliega el pensamiento de Sebastián que cuenta, calla y teje la trama de esta novela que trata de la búsqueda de los placeres de la literatura, el sexo, el juego, los sabores, la soledad y la compañía, en contraposición con las anécdotas de vidas trágicas y frustradas: Guadalupe Rivero, la maestra jardinera descarrilada por la pasión del juego, los marineros húngaros nadando en las costas del Paraná, el joven jugador de fútbol secuestrado por la dictadura que gritó “viva la patria” ante el simulacro de fusilamiento y la voluntariosa Sybila Arredondo Ladrón de Guevara, injustamente presa.

La novela —esta novela, pero también la novela literaria en sí— es ese puente que se establece para transitar lo incompartible con las personas del entramado emocional del protagonista. Se crea así una intimidad con el lector, ese cómplice anónimo que comprende el doble sentimiento de magnetismo y anhelo de abandono.

El coche conducido por Flor avanza a velocidad crucero y en las paradas, el otro argentino —probablemente el antagonista de Sebastián—, se hace presente de forma indirecta, a través de su BMW y de los comentarios de hoteleros, generando un misterio.

UN DÍA TEILLIER bailotea en el chapitel resbaladizo del deseo y tiene su centro oculto: lo que permanece inalterable en la memoria, representado en los objetos del pasado, en la foto encontrada por azar, en las calles del pueblo imaginario, en el libro guardado en el morral del joven poeta.