Aunque parezca una locura (una diablura poética) acaso no haya nada más firme, más indestructible, que el cielo. Sobre todo si ese cielo es el de una infancia transcurrida en una ciudad pequeña llamada Bovril (provincia de Entre Ríos) a la que cada uno de estos poemas vuelve, de una manera o de otra, para ver las estrellas bajas y las flores de espinillo, y unos ojos (celestes) que ya no lo miran.

No sé cómo lo hace Ramón pero a medida que avanzo en la lectura de este libro, descubro que cada palabra es un cielo. Cito algunas, para que vean: tapera, luna, gurí, vidalas, besos cartoneros, abejal de estrellas, tacuaritas, jilguero, adoquines, yuyaral, charamusca, tizón… Algo así como una autobiografía de vocablos sonoros a través de los cuales, el niño que habla en estos poemas, nos cuenta su propio relato musical.

¿Libro tardío? Yo creo que no. Todo lo contrario. Ramón Altamirano (El Negro, entre amigos) nos muestra a lo largo de este “Cielo firme”, una lírica de aquí y ahora, pero también de otro tiempo y otro lugar. Con esa apuesta al corazón que tienen (o al menos para mí tienen) los mejores poemas.

Es cierto que la melancolía ocupa un lugar central. Pero no la oscura melancolía, tal cual la conocemos, sino algo así como una melancolía alegre, y un poco atolondrada, y bochinchera a veces, y siempre (no importa lo que pase) omnívora y celebratoria.

 

Osvaldo Bossi

Un cielo firme - Ramón Altamirano

$12.000
Un cielo firme - Ramón Altamirano $12.000

Aunque parezca una locura (una diablura poética) acaso no haya nada más firme, más indestructible, que el cielo. Sobre todo si ese cielo es el de una infancia transcurrida en una ciudad pequeña llamada Bovril (provincia de Entre Ríos) a la que cada uno de estos poemas vuelve, de una manera o de otra, para ver las estrellas bajas y las flores de espinillo, y unos ojos (celestes) que ya no lo miran.

No sé cómo lo hace Ramón pero a medida que avanzo en la lectura de este libro, descubro que cada palabra es un cielo. Cito algunas, para que vean: tapera, luna, gurí, vidalas, besos cartoneros, abejal de estrellas, tacuaritas, jilguero, adoquines, yuyaral, charamusca, tizón… Algo así como una autobiografía de vocablos sonoros a través de los cuales, el niño que habla en estos poemas, nos cuenta su propio relato musical.

¿Libro tardío? Yo creo que no. Todo lo contrario. Ramón Altamirano (El Negro, entre amigos) nos muestra a lo largo de este “Cielo firme”, una lírica de aquí y ahora, pero también de otro tiempo y otro lugar. Con esa apuesta al corazón que tienen (o al menos para mí tienen) los mejores poemas.

Es cierto que la melancolía ocupa un lugar central. Pero no la oscura melancolía, tal cual la conocemos, sino algo así como una melancolía alegre, y un poco atolondrada, y bochinchera a veces, y siempre (no importa lo que pase) omnívora y celebratoria.

 

Osvaldo Bossi