Cuando la sentimentalidad está “fuera de moda”, Santiago Venturini nos trae un libro que se sumerge en ella. ¿Será, como en Flaubert, un año de éducation sentimentale? En este libro, compuesto con poemas antiguos y recientes, el yo lírico va al pasado, regresa al presente y efectúa un balance. Cualquier objeto o situación lo lleva a reflexionar sobre estos temas: las abluciones matutinas, la teoría de la evolución, el paseo con un bebé, una astróloga televisiva.

El epígrafe, tomado de un poema de Wallace Stevens, alude al “apaciguamiento que necesitan” los “hombres simples” que viven en “ciudades simples”. Quizás el sujeto lírico de estos poemas, como el profeta bíblico Isaías, sabe sólo (así continúan los versos del poema citado) “que un alivio
salvaje grita / con una voz salvaje”. Pero no escuchamos gritos en estos poemas, a menos que se trate de gritos sordos. El tono es melancólico; la voz del yo, meditabunda. Siempre hay un acto de visión que precede a la reflexión: la sinécdoque de su cabeza en el espejo, un fresno y la pantalla de un monitor, los pasillos de un supermercado, e incluso las “visiones” de un místico que se
para en mitad de una avenida.

Las relaciones (amorosas, efímeras, maternales) dominan el libro; pero sobre todo se destaca el vínculo paternal-filial. En su balance, el hablante pondera también su propia participación, como filiación, en el futuro. Y se dice, a modo de conclusión: “Tu elección fue diferente: / no mala / quizás demasiado individual”. Tal vez sean estas las lecciones del año sentimental: ¡para nada desdeñables!

Fabián O. Iriarte

 

Un año sentimental - Santiago Venturini

$12.000
Un año sentimental - Santiago Venturini $12.000

Cuando la sentimentalidad está “fuera de moda”, Santiago Venturini nos trae un libro que se sumerge en ella. ¿Será, como en Flaubert, un año de éducation sentimentale? En este libro, compuesto con poemas antiguos y recientes, el yo lírico va al pasado, regresa al presente y efectúa un balance. Cualquier objeto o situación lo lleva a reflexionar sobre estos temas: las abluciones matutinas, la teoría de la evolución, el paseo con un bebé, una astróloga televisiva.

El epígrafe, tomado de un poema de Wallace Stevens, alude al “apaciguamiento que necesitan” los “hombres simples” que viven en “ciudades simples”. Quizás el sujeto lírico de estos poemas, como el profeta bíblico Isaías, sabe sólo (así continúan los versos del poema citado) “que un alivio
salvaje grita / con una voz salvaje”. Pero no escuchamos gritos en estos poemas, a menos que se trate de gritos sordos. El tono es melancólico; la voz del yo, meditabunda. Siempre hay un acto de visión que precede a la reflexión: la sinécdoque de su cabeza en el espejo, un fresno y la pantalla de un monitor, los pasillos de un supermercado, e incluso las “visiones” de un místico que se
para en mitad de una avenida.

Las relaciones (amorosas, efímeras, maternales) dominan el libro; pero sobre todo se destaca el vínculo paternal-filial. En su balance, el hablante pondera también su propia participación, como filiación, en el futuro. Y se dice, a modo de conclusión: “Tu elección fue diferente: / no mala / quizás demasiado individual”. Tal vez sean estas las lecciones del año sentimental: ¡para nada desdeñables!

Fabián O. Iriarte