Con un vocabulario propio, hecho de microscopías y pequeños delirios, los poemas de Adriana Kogan siempre trotan. Tienen un ritmo continuo y delicado, eminentemente poético. Recién al trotar –no antes– cobran sentido y arman sus imágenes, con volumen, como las volutas de polvo que levanta el andar.

En Tropel los poemas hablan de heridas, suceden en una atmósfera áspera y encantada, y el trote lo marcan las apariciones: caballos albinos, caballos ensimismados por el sol, ponis, jinetes mentales, personas montadas en calaveras, personas que desde una cima cabalgan un punto de vista o un silencio que se abre. Cada poema traza un recorrido pausado; deja huellas, rastros, ondas vibratorias y sustracciones. Reunidos, cuentan una historia intermitente que monta y desmonta la fantasía.

Paula Peyseré

Tropel - Adriana Kogan

$10.000
Tropel - Adriana Kogan $10.000

Con un vocabulario propio, hecho de microscopías y pequeños delirios, los poemas de Adriana Kogan siempre trotan. Tienen un ritmo continuo y delicado, eminentemente poético. Recién al trotar –no antes– cobran sentido y arman sus imágenes, con volumen, como las volutas de polvo que levanta el andar.

En Tropel los poemas hablan de heridas, suceden en una atmósfera áspera y encantada, y el trote lo marcan las apariciones: caballos albinos, caballos ensimismados por el sol, ponis, jinetes mentales, personas montadas en calaveras, personas que desde una cima cabalgan un punto de vista o un silencio que se abre. Cada poema traza un recorrido pausado; deja huellas, rastros, ondas vibratorias y sustracciones. Reunidos, cuentan una historia intermitente que monta y desmonta la fantasía.

Paula Peyseré