Muchas veces la manera en que se evoca una vida define una época. Este libro se titula Tres personas, como también podría llamarse Tres vidas, Tres promesas, o Tres poetas. Se trata de textos sobre Juana Bignozzi, Darío Cantón y Elsie Vivanco, nada menos. Se eligió el camino inverso, como viniendo de las definiciones, más que queriendo ir hacia ellas. Es de lo que hay antes del poema, antes del poeta, de lo que escribe. Recuerdo un volumen minúsculo de escritos de Aldo Paparella, titulado simplemente Cosas.
Quizás en las artes visuales existe una narración que da a las vidas un peso representativo fuerte. Hay en estas evocaciones de Laxagueborde una suerte de conversión del anacronismo en novedad: como si contar las vidas de escritores como vidas de artistas hiciera de la escritura una performance, un hacer inespecífico.
En su vocabulario, en su sintaxis particular, el estilo de Laxagueborde parece ir a la búsqueda de un idioma menor. De hecho, lo crea. Pero como en el Chitarroni de Siluetas, en el Laddaga de las Vidas secretas, estilo y figura representativa se desacomodan mutuamente. La escritura de Laxagueborde fuga las generalidades, las desgaja, las reversiona, las lleva al punto de la divergencia. La vida se astilla en el filo de su invención. Queda después la poesía, como testimonio de una singularidad última e indivisible.
Ezequiel Alemian

Tres personas - Juan Laxagueborde

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Tres personas - Juan Laxagueborde $16.000

Muchas veces la manera en que se evoca una vida define una época. Este libro se titula Tres personas, como también podría llamarse Tres vidas, Tres promesas, o Tres poetas. Se trata de textos sobre Juana Bignozzi, Darío Cantón y Elsie Vivanco, nada menos. Se eligió el camino inverso, como viniendo de las definiciones, más que queriendo ir hacia ellas. Es de lo que hay antes del poema, antes del poeta, de lo que escribe. Recuerdo un volumen minúsculo de escritos de Aldo Paparella, titulado simplemente Cosas.
Quizás en las artes visuales existe una narración que da a las vidas un peso representativo fuerte. Hay en estas evocaciones de Laxagueborde una suerte de conversión del anacronismo en novedad: como si contar las vidas de escritores como vidas de artistas hiciera de la escritura una performance, un hacer inespecífico.
En su vocabulario, en su sintaxis particular, el estilo de Laxagueborde parece ir a la búsqueda de un idioma menor. De hecho, lo crea. Pero como en el Chitarroni de Siluetas, en el Laddaga de las Vidas secretas, estilo y figura representativa se desacomodan mutuamente. La escritura de Laxagueborde fuga las generalidades, las desgaja, las reversiona, las lleva al punto de la divergencia. La vida se astilla en el filo de su invención. Queda después la poesía, como testimonio de una singularidad última e indivisible.
Ezequiel Alemian