En Tracción a sangre Lila Siegrist hace un llamado, que es también una advertencia: “chicas jóvenes poetas de mi tierra abandonen la poesía”. ¿Quizás porque los poemas son algo así como el motor de una experiencia que podría dispararse para ir a ocupar un “volumen” real, ya no en lo ilusorio de una biblioteca, sino en la verdadera vida? Yo me hago estas preguntas, las escribo con mi pésima letra manuscrita. Pero sé que Lila igual habla de otra cosa ­­–la verdadera poesía siempre está escapándose– mientras moldea con la punta rosada de su pluma esa materia prima melancólica de la que habló Zelarayán, y examina las zonas que el agua va dejando en sus declives. Aquí una rama podrida, allí un pájaro traslúcido llamado Tangará que le dice al oído los versos más obscenos, que ella por pudor no anota. Esta es una poesía preclara, que reflexiona sobre las posibilidades de modificar las tendencias hoy visibles hacia la ruptura del consenso.

Francisco Garamona 

 

Este es fundamentalmente un libro diurno, luminoso, pero también frondoso y fértil. Aunque estos calificativos no se contradigan y por el contrario su combinación sea la fuente de un terreno superabundante por donde Lila avanza con su horquilla de sauce eléctrico revelando un paisaje-lenguaje tan único como recurrente. Aquí el agua divide y une dice la poeta rabdomante.

Una de las maneras de leer este libro –la que recomendamos– es con el frenesí propio de quien sabe que al golpe de bajada de cada verso encontrará una sorpresa.

Ana Wandzik

 

Tracción a sangre - Lila Siegrist

$18.000
Tracción a sangre - Lila Siegrist $18.000

En Tracción a sangre Lila Siegrist hace un llamado, que es también una advertencia: “chicas jóvenes poetas de mi tierra abandonen la poesía”. ¿Quizás porque los poemas son algo así como el motor de una experiencia que podría dispararse para ir a ocupar un “volumen” real, ya no en lo ilusorio de una biblioteca, sino en la verdadera vida? Yo me hago estas preguntas, las escribo con mi pésima letra manuscrita. Pero sé que Lila igual habla de otra cosa ­­–la verdadera poesía siempre está escapándose– mientras moldea con la punta rosada de su pluma esa materia prima melancólica de la que habló Zelarayán, y examina las zonas que el agua va dejando en sus declives. Aquí una rama podrida, allí un pájaro traslúcido llamado Tangará que le dice al oído los versos más obscenos, que ella por pudor no anota. Esta es una poesía preclara, que reflexiona sobre las posibilidades de modificar las tendencias hoy visibles hacia la ruptura del consenso.

Francisco Garamona 

 

Este es fundamentalmente un libro diurno, luminoso, pero también frondoso y fértil. Aunque estos calificativos no se contradigan y por el contrario su combinación sea la fuente de un terreno superabundante por donde Lila avanza con su horquilla de sauce eléctrico revelando un paisaje-lenguaje tan único como recurrente. Aquí el agua divide y une dice la poeta rabdomante.

Una de las maneras de leer este libro –la que recomendamos– es con el frenesí propio de quien sabe que al golpe de bajada de cada verso encontrará una sorpresa.

Ana Wandzik