LA RENUNCIA A LOS SUEÑOS Y COSAS ASI

La noche en que deambulabas en la dirección equivocada
y despertaste acostada entre desconocidos
hombre raro con un blazer cuadriculado

y pantalones beige, me llamaste para preguntar
pero yo no tenía nada que decir.
Esa noche soñé: una ducha, una rata, un cuchillo sin usar.

No tiene sentido analizar los sueños:
la verdad, viven bajo el agua y aun ahí
sólo ofrecen un destello de lo que necesitamos.

Anoche, soñé con merengues,
esas pequeñas delicias. Probé uno
pero era demasiado, y lo dejé en su fuente de plata

donde el borde de un tortuoso cerezo silvestre,
sostenía los pasteles, rama y brote sin podar.
Una vez amé a un hombre

que estudiaba el lujo discreto del vidrio tallado
rosa, con un vino rosado; ámbar, con un Grand Marnier.
En aquellos días no soñaba.

Ni siquiera la noche en que un huracán escupió árboles
y los dejó tirados uno junto al otro.
Ese año, enero empezó y terminó como una ola

de intensidad gris que convirtió al mundo en hielo
y congeló el agua que se escondía debajo de la pared.
En el reino de lo duro, lo frío y lo hecho para,

es mejor no confiar en nada más que el tacto
y la temperatura—en un sistema donde cero signifique
la traición del calor.

 

Teoría De La Catástrofe - Mary Jo Bang

$17.100
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LA RENUNCIA A LOS SUEÑOS Y COSAS ASI

La noche en que deambulabas en la dirección equivocada
y despertaste acostada entre desconocidos
hombre raro con un blazer cuadriculado

y pantalones beige, me llamaste para preguntar
pero yo no tenía nada que decir.
Esa noche soñé: una ducha, una rata, un cuchillo sin usar.

No tiene sentido analizar los sueños:
la verdad, viven bajo el agua y aun ahí
sólo ofrecen un destello de lo que necesitamos.

Anoche, soñé con merengues,
esas pequeñas delicias. Probé uno
pero era demasiado, y lo dejé en su fuente de plata

donde el borde de un tortuoso cerezo silvestre,
sostenía los pasteles, rama y brote sin podar.
Una vez amé a un hombre

que estudiaba el lujo discreto del vidrio tallado
rosa, con un vino rosado; ámbar, con un Grand Marnier.
En aquellos días no soñaba.

Ni siquiera la noche en que un huracán escupió árboles
y los dejó tirados uno junto al otro.
Ese año, enero empezó y terminó como una ola

de intensidad gris que convirtió al mundo en hielo
y congeló el agua que se escondía debajo de la pared.
En el reino de lo duro, lo frío y lo hecho para,

es mejor no confiar en nada más que el tacto
y la temperatura—en un sistema donde cero signifique
la traición del calor.