Belleza violenta: Siberia es un huracán y su ojo, el del huracán que es Siberia, el punto quieto del dolor en torno al cual giran el imaginario brillante, la prosa de música filosa, la inteligencia exasperada de Daniela Alcívar Bellolio. En el centro de Siberia vive el duelo, el dolor por la pérdida del hijo. En sus periferias —pero qué centro no está todo agujereado de periferias— todo eso que se mueve y hace al cuerpo del huracán: las ciudades, Buenos Aires, Quito, Bogotá, Guayaquil, la llanura interminable y la majestad verde imposible del Pichincha, los amantes, los amigos, la infancia y la juventud, los estallidos del sexo, las mudanzas, las lecturas, la escritura y el dolor de los otros, la crueldad con los animales más tiernos y la ternura de los animales y hacia los animales como refugio construido entre seres vulnerados y amorosos. La belleza violenta y a aveces cruel de Siberia nos golpea, también, porque es uno de esos libros que se le meten al universal —masculino, por supuesto— y lo estiran con la prepotencia del talento y se quedan ahí para siempre. La pérdida de un hijo, de un bebé que nace para no vivir, los pechos doliendo de leche triste, el duelo largo y oscuro de una madre son, desde esta novela, tan universales como la guerra o el amor. 

 

Gabriela Cabezón Cámara

 

Siberia - Daniela Alcívar Bellolio

$22.045
Siberia - Daniela Alcívar Bellolio $22.045

Belleza violenta: Siberia es un huracán y su ojo, el del huracán que es Siberia, el punto quieto del dolor en torno al cual giran el imaginario brillante, la prosa de música filosa, la inteligencia exasperada de Daniela Alcívar Bellolio. En el centro de Siberia vive el duelo, el dolor por la pérdida del hijo. En sus periferias —pero qué centro no está todo agujereado de periferias— todo eso que se mueve y hace al cuerpo del huracán: las ciudades, Buenos Aires, Quito, Bogotá, Guayaquil, la llanura interminable y la majestad verde imposible del Pichincha, los amantes, los amigos, la infancia y la juventud, los estallidos del sexo, las mudanzas, las lecturas, la escritura y el dolor de los otros, la crueldad con los animales más tiernos y la ternura de los animales y hacia los animales como refugio construido entre seres vulnerados y amorosos. La belleza violenta y a aveces cruel de Siberia nos golpea, también, porque es uno de esos libros que se le meten al universal —masculino, por supuesto— y lo estiran con la prepotencia del talento y se quedan ahí para siempre. La pérdida de un hijo, de un bebé que nace para no vivir, los pechos doliendo de leche triste, el duelo largo y oscuro de una madre son, desde esta novela, tan universales como la guerra o el amor. 

 

Gabriela Cabezón Cámara