Valga esto de mínimo aviso para la escucha. No se trata de prestar oídos a una serie de proposiciones enunciativas, sino de seguir la marcha de lo que se va señalando.

Estas palabras de Heidegger, estas señas, citadas por Mujica trazan la cartografía de este libro, de este camino, de esta marcha; no solo son enunciativas sino, y sobre todo, implicativas con el pensamiento que va desentrañando. Así nos llevan −y nos acercan a través de la recuperación de la sensibilidad, o del cuerpo sintiente sin más− hacia los diferentes estados anímicos de ese sentir, siempre desde el asombro, temple inicial e iniciático, y al que se volverá como condición de posibilidad cada vez que el pensamiento se abra a una nueva cercanía al ser que es y lo somos.

Tal el sendero: la sensibilidad como el encuentro originario que tenemos con la vida, el sentirla, pero no desde nosotros, sino en el acontecer anímico entre nosotros y el mundo, el que nos reúne con la vida sin la cisura entre sujeto y objeto que viene arrastrando el pensar metafísico.

El libro nos templa desde el aburrimiento a la angustia y de esta a la nada en una sucesión de aperturas que, si las asumimos como deconstrucción y revelación, nos abren finalmente a la serenidad, al desapego, de quien ya abrazó su finitud. Y desde aquí −y aquí nos encontramos con un Heidegger poco frecuentado, un pensador más cercano a la tradición sapiencial que a la filosofía tradicional− pasamos de la piedad del pensamiento a la veneración del misterio:

Cuando se despierta en nosotros la serenidad del alma delante de las cosas, y el espíritu se abre al misterio, podremos entonces esperar entrar en un camino que nos conduce hacia una nueva tierra y un nuevo suelo. En ese suelo la creación de obras duraderas encontrarán donde volver a arraigar.

 

Señas hacia lo abierto. Los estados de ánimo en la obra de Heidegger - Hugo Mujica

$29.750
Señas hacia lo abierto. Los estados de ánimo en la obra de Heidegger - Hugo Mujica $29.750

Valga esto de mínimo aviso para la escucha. No se trata de prestar oídos a una serie de proposiciones enunciativas, sino de seguir la marcha de lo que se va señalando.

Estas palabras de Heidegger, estas señas, citadas por Mujica trazan la cartografía de este libro, de este camino, de esta marcha; no solo son enunciativas sino, y sobre todo, implicativas con el pensamiento que va desentrañando. Así nos llevan −y nos acercan a través de la recuperación de la sensibilidad, o del cuerpo sintiente sin más− hacia los diferentes estados anímicos de ese sentir, siempre desde el asombro, temple inicial e iniciático, y al que se volverá como condición de posibilidad cada vez que el pensamiento se abra a una nueva cercanía al ser que es y lo somos.

Tal el sendero: la sensibilidad como el encuentro originario que tenemos con la vida, el sentirla, pero no desde nosotros, sino en el acontecer anímico entre nosotros y el mundo, el que nos reúne con la vida sin la cisura entre sujeto y objeto que viene arrastrando el pensar metafísico.

El libro nos templa desde el aburrimiento a la angustia y de esta a la nada en una sucesión de aperturas que, si las asumimos como deconstrucción y revelación, nos abren finalmente a la serenidad, al desapego, de quien ya abrazó su finitud. Y desde aquí −y aquí nos encontramos con un Heidegger poco frecuentado, un pensador más cercano a la tradición sapiencial que a la filosofía tradicional− pasamos de la piedad del pensamiento a la veneración del misterio:

Cuando se despierta en nosotros la serenidad del alma delante de las cosas, y el espíritu se abre al misterio, podremos entonces esperar entrar en un camino que nos conduce hacia una nueva tierra y un nuevo suelo. En ese suelo la creación de obras duraderas encontrarán donde volver a arraigar.