«Isabel de Naverán escribe una de las más hermosas epístolas al amor materno que la literatura ha dado durante los últimos años». —Valentín Roma
«Isabel de Naverán no solo habla aquí de su madre, sino también habla con ella, en ese tú a tú de las minucias íntimas y relacionales». —Cristina Rivera Garza

Coincidiendo con el aniversario de la muerte de su madre, Isabel de Naverán escribe un diario de duelo. La acción física de escribir se convierte para la autora en un ritual, el gesto que transforma y resignifica la experiencia vivida. El libro discurre como una voz que toma consciencia de su propio estado de duelo, adoptando por momentos la naturaleza de una carta escrita hacia la madre, en busca de una nueva forma de presencia. Imágenes, recuerdos y observaciones de los estados cambiantes que siguen a un impacto vital se organizan en breves fragmentos formando una constelación en que distintas voces se cruzan. Quien recuerda lo que alguien dijo es ahora quien piensa o evoca y el yo se desdibuja para dar espacio a un entrecuerpos, un lugar de enunciación que es necesariamente inestable, generoso, táctil. 

La autora trata de recuperar los últimos días de la vida de su madre cuando, afectada por una enfermedad degenerativa, se dispuso a morir rodeada de sus seres queridos y en su propia casa. Este escrito está marcado por lo vivencial y atravesado por la consciencia de una transformación que se da durante el tiempo inmediatamente posterior a la muerte de alguien querido. Este libro da cuenta de cómo se resignifica cada pequeño detalle de la vida cotidiana, modificándola sin vuelta atrás. Da cuenta, también, del ímpetu físico y vital que se experimenta en el periodo de duelo, una mezcla entre la pena y la alegría, un estado a veces lleno de contradicciones.

Ritual de duelo - Isabel de Naverán

$50.900
Ritual de duelo - Isabel de Naverán $50.900

«Isabel de Naverán escribe una de las más hermosas epístolas al amor materno que la literatura ha dado durante los últimos años». —Valentín Roma
«Isabel de Naverán no solo habla aquí de su madre, sino también habla con ella, en ese tú a tú de las minucias íntimas y relacionales». —Cristina Rivera Garza

Coincidiendo con el aniversario de la muerte de su madre, Isabel de Naverán escribe un diario de duelo. La acción física de escribir se convierte para la autora en un ritual, el gesto que transforma y resignifica la experiencia vivida. El libro discurre como una voz que toma consciencia de su propio estado de duelo, adoptando por momentos la naturaleza de una carta escrita hacia la madre, en busca de una nueva forma de presencia. Imágenes, recuerdos y observaciones de los estados cambiantes que siguen a un impacto vital se organizan en breves fragmentos formando una constelación en que distintas voces se cruzan. Quien recuerda lo que alguien dijo es ahora quien piensa o evoca y el yo se desdibuja para dar espacio a un entrecuerpos, un lugar de enunciación que es necesariamente inestable, generoso, táctil. 

La autora trata de recuperar los últimos días de la vida de su madre cuando, afectada por una enfermedad degenerativa, se dispuso a morir rodeada de sus seres queridos y en su propia casa. Este escrito está marcado por lo vivencial y atravesado por la consciencia de una transformación que se da durante el tiempo inmediatamente posterior a la muerte de alguien querido. Este libro da cuenta de cómo se resignifica cada pequeño detalle de la vida cotidiana, modificándola sin vuelta atrás. Da cuenta, también, del ímpetu físico y vital que se experimenta en el periodo de duelo, una mezcla entre la pena y la alegría, un estado a veces lleno de contradicciones.