No hay punto final del conflicto. La repetición podría ser una figura del destino solo si se admite que el destino (o la fatalidad) es otra figura. En tiempos difíciles como los nuestros, la desilusión suele acudir a esos términos para reconocer o augurar una decadencia progresiva sin advertir que renueva una versión secularizada del mito de “la caída”.
A contramano de esta creencia, el psicoanálisis concibe a la repetición como el marco en que la pulsión, que Freud llamó de muerte, busca su propia abolición. Lacan mostró los efectos devastadores de ese goce mortífero e imposible, pero entre las numerosas interposiciones que impiden su completa realización (y a la vez aseguran la constancia de su empuje), la represión tiene un papel tan destacado que el análisis del síntoma (que siempre incluye un elemento mnémico, aunque engañe) adquiere una incidencia crítica que, de derecho, se extiende a los discursos de la cultura. Lacan lo llamó “nuestra política”

Revista Conjetural N°74 - AAVV

$17.000
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No hay punto final del conflicto. La repetición podría ser una figura del destino solo si se admite que el destino (o la fatalidad) es otra figura. En tiempos difíciles como los nuestros, la desilusión suele acudir a esos términos para reconocer o augurar una decadencia progresiva sin advertir que renueva una versión secularizada del mito de “la caída”.
A contramano de esta creencia, el psicoanálisis concibe a la repetición como el marco en que la pulsión, que Freud llamó de muerte, busca su propia abolición. Lacan mostró los efectos devastadores de ese goce mortífero e imposible, pero entre las numerosas interposiciones que impiden su completa realización (y a la vez aseguran la constancia de su empuje), la represión tiene un papel tan destacado que el análisis del síntoma (que siempre incluye un elemento mnémico, aunque engañe) adquiere una incidencia crítica que, de derecho, se extiende a los discursos de la cultura. Lacan lo llamó “nuestra política”