Publicado en 1996, Punctum parte en dos la década neoliberal con un análisis coyuntural. En constante coqueteo con la profecía y el panfleto, delirio bovarista con la vanguardia anglosajona, comprobación de la quema de todos los puentes con un pasado literario e histórico al que la escritura no deja de hurgar como un buitre las entrañas de un cadáver, contracara distópica de una utopía mediática, aullido punk en los nervios electrizados de lectores antes adormecidos, Punctum describe la penumbra metonímica de una casa decadente apenas rayada por el brillo catódico de un televisor que pasa sin fin series norteamericanas. Considera los titulares de los diarios y los carteles de publicidad como mensajes mañosos enviados por el enemigo. Constata que en el reflujo último de toda revolución los moluscos encontrados en la playa pueden servir para fabricar granadas. Así, se ríe de la paz, la pacificación y el pacifismo, y pone nerviosos a todos los que soñaron sucesiva o simultáneamente que Buenos Aires podía ser Barcelona o Miami. Martín Gambarotta, en 1996, declaró una guerra unipersonal contra lo que la generación del 70, en el mundo, llamó el sistema. Aguantó ese anacronismo con una fe de carbonero hasta que los hechos le dieron la razón, cosa que no es universalmente admitida, pero tiene la virtud de ser cierta. Lo hizo enraizándose en una tradición argentina de escritores e ideólogos que discuten a los gritos entre sí, pero están de acuerdo en una cosa, en que emerja, como un cuerpo fondeado en el Río de la Plata, el fundamento del orden liberal: la masacre de los disidentes.

Punctum - Martín Gambarotta

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Publicado en 1996, Punctum parte en dos la década neoliberal con un análisis coyuntural. En constante coqueteo con la profecía y el panfleto, delirio bovarista con la vanguardia anglosajona, comprobación de la quema de todos los puentes con un pasado literario e histórico al que la escritura no deja de hurgar como un buitre las entrañas de un cadáver, contracara distópica de una utopía mediática, aullido punk en los nervios electrizados de lectores antes adormecidos, Punctum describe la penumbra metonímica de una casa decadente apenas rayada por el brillo catódico de un televisor que pasa sin fin series norteamericanas. Considera los titulares de los diarios y los carteles de publicidad como mensajes mañosos enviados por el enemigo. Constata que en el reflujo último de toda revolución los moluscos encontrados en la playa pueden servir para fabricar granadas. Así, se ríe de la paz, la pacificación y el pacifismo, y pone nerviosos a todos los que soñaron sucesiva o simultáneamente que Buenos Aires podía ser Barcelona o Miami. Martín Gambarotta, en 1996, declaró una guerra unipersonal contra lo que la generación del 70, en el mundo, llamó el sistema. Aguantó ese anacronismo con una fe de carbonero hasta que los hechos le dieron la razón, cosa que no es universalmente admitida, pero tiene la virtud de ser cierta. Lo hizo enraizándose en una tradición argentina de escritores e ideólogos que discuten a los gritos entre sí, pero están de acuerdo en una cosa, en que emerja, como un cuerpo fondeado en el Río de la Plata, el fundamento del orden liberal: la masacre de los disidentes.