Si fue grande en el cine, e inmensas sus realizaciones, desde Yo acuso La Rueda, hasta la majestuosa Napoleón, si creó y utilizó técnicas como las sobreimpresiones, las lentes deformantes, la cámara rápida y lenta, y su gran invención, la polivisión, en suma si combinó en la pantalla genio y profundidad, conocemos mucho menos al Abel Gance escritor, igualmente grande.
Prisma se compone de los apuntes que Gance va tomando desde 1908 a 1929, es decir en sus años explosivos, sus años de fuego, por no decir, lo que sería exacto pero acotado, sus años nietzscheanos. Su escritura, poliedro de mil facetas, se sostiene en la paradoja: un espíritu romántico en un mundo moderno, un hombre que existe en la demasía y en el demasiado, que busca atravesarse a sí mismo para ascender… ¿hacia dónde?… hacia las estrellas… que pretende la alegría divina a través del sufrimiento, en fin que multiplica las paradojas en la espiral. ¿Cómo transmutar de alma atormentada en tormenta del alma? ¿Cómo pasar de la rueda a la espiral? Quiero efectivamente volver a vivir mi existencia, pero desde el balcón. Reivindico no el círculo del eterno retorno, sino la espiral que me permitirá volver a vivir cada segundo, pero desde arriba. Repetición y diferencia, ni hay que decirlo…
El Prisma, dijimos, tiene mil facetas. Pero para coronar su paradoja, la divergencia que es la de todos sus rostros converge (¿entonces diverge?) hacia una multiplicación, intensificación, potencialización del movimiento -luz y sobre todo pensamiento- por la cual el alma se revela.
Abel Gance lanza pues su consigna y estandarte, su axioma, y lo inscribe en la pantalla y en el papel: Crear una realidad al cubo de la que vivimos.

 

Prisma. Apuntes de un cineasta - Abel Gance

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Prisma. Apuntes de un cineasta - Abel Gance $22.600

Si fue grande en el cine, e inmensas sus realizaciones, desde Yo acuso La Rueda, hasta la majestuosa Napoleón, si creó y utilizó técnicas como las sobreimpresiones, las lentes deformantes, la cámara rápida y lenta, y su gran invención, la polivisión, en suma si combinó en la pantalla genio y profundidad, conocemos mucho menos al Abel Gance escritor, igualmente grande.
Prisma se compone de los apuntes que Gance va tomando desde 1908 a 1929, es decir en sus años explosivos, sus años de fuego, por no decir, lo que sería exacto pero acotado, sus años nietzscheanos. Su escritura, poliedro de mil facetas, se sostiene en la paradoja: un espíritu romántico en un mundo moderno, un hombre que existe en la demasía y en el demasiado, que busca atravesarse a sí mismo para ascender… ¿hacia dónde?… hacia las estrellas… que pretende la alegría divina a través del sufrimiento, en fin que multiplica las paradojas en la espiral. ¿Cómo transmutar de alma atormentada en tormenta del alma? ¿Cómo pasar de la rueda a la espiral? Quiero efectivamente volver a vivir mi existencia, pero desde el balcón. Reivindico no el círculo del eterno retorno, sino la espiral que me permitirá volver a vivir cada segundo, pero desde arriba. Repetición y diferencia, ni hay que decirlo…
El Prisma, dijimos, tiene mil facetas. Pero para coronar su paradoja, la divergencia que es la de todos sus rostros converge (¿entonces diverge?) hacia una multiplicación, intensificación, potencialización del movimiento -luz y sobre todo pensamiento- por la cual el alma se revela.
Abel Gance lanza pues su consigna y estandarte, su axioma, y lo inscribe en la pantalla y en el papel: Crear una realidad al cubo de la que vivimos.