El poeta que espera a los colibríes volar, el que sabe de los fantasmas y la traición tanto como que "la infancia nunca morirá"; que el tiempo es "el único dios que nos queda", mientras borda una carta evocando esa "espalda espumosa/de tiburona en éxtasis" de su tía Elsa, uno de los momentos más bellos del libro.

Noy juega a la libertad, navega aguas y ensueños. El lenguaje deviene, para él, fuego sagrado. La poesía, una liana y don -más que castigo-porque más de una vez lo salvó

Postales alucinadas - Fernando Noy

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El poeta que espera a los colibríes volar, el que sabe de los fantasmas y la traición tanto como que "la infancia nunca morirá"; que el tiempo es "el único dios que nos queda", mientras borda una carta evocando esa "espalda espumosa/de tiburona en éxtasis" de su tía Elsa, uno de los momentos más bellos del libro.

Noy juega a la libertad, navega aguas y ensueños. El lenguaje deviene, para él, fuego sagrado. La poesía, una liana y don -más que castigo-porque más de una vez lo salvó