Hablar del paisaje en Juan L. Ortiz y Francisco Madariaga supone tener en cuenta que se trata de espacios escritos, puestos en escena por una voz y que no tiene un carácter representativo pese a que su configuración implica una experiencia espacial temporal de cultura.

Lo escrito nos muestra las huellas de una percepción estilizada, una textura imaginaria de lo real. De ahí, lo que Alain Rogers llamó «la revolución copernicana de Wilde»: el hecho de aceptar que a veces es la vida la que imita al arte, porque nuestra relación con la naturaleza está mediatizada por categorías artísticas y otras formas de representación.

Como pasa con Hudson, los espacios escritos en los poemas de Ortiz y Madariaga son espacios vividos «con todas las parcialidades de la imaginación».

Poéticas del espacio argentino - Roxana Páez

$34.800
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Hablar del paisaje en Juan L. Ortiz y Francisco Madariaga supone tener en cuenta que se trata de espacios escritos, puestos en escena por una voz y que no tiene un carácter representativo pese a que su configuración implica una experiencia espacial temporal de cultura.

Lo escrito nos muestra las huellas de una percepción estilizada, una textura imaginaria de lo real. De ahí, lo que Alain Rogers llamó «la revolución copernicana de Wilde»: el hecho de aceptar que a veces es la vida la que imita al arte, porque nuestra relación con la naturaleza está mediatizada por categorías artísticas y otras formas de representación.

Como pasa con Hudson, los espacios escritos en los poemas de Ortiz y Madariaga son espacios vividos «con todas las parcialidades de la imaginación».