Un festival de cine en Corea, unas lánguidas vacaciones en Japón, una residencia de escritores donde surge el ímpetu de conocer China... Sobre estos escenarios, Santiago Loza urde un recorrido que, antes que geográfico o sociológico, es subjetivo. Lo que se revela en las tres crónicas de este libro es fundamentalmente el mapa de una sensibilidad, el modo en que una mirada compone las formas de un mundo inestable, algo hostil, pero con recurrentes y cálidos resquicios que permiten que la luz se filtre, se aposente.

Esa mirada, por momentos de una neurosis hiperestésica, por momentos de una entrega apocada y generosa, evita toda impostura. Se limita a reaccionar frente a lo que percibe como amenaza o como exotismo, frente a lo conmovedor, lo frustrante o lo hermoso. Con ese simple recurso de la autenticidad, estas páginas nos dejan subyugados dentro de un sistema de espejos: las palabras que describen aquello que se presenta como ajeno son las que, en definitiva, reflejan lo que nos resulta más íntimo. Hacemos nuestro el desconcierto y el aislamiento del autor, su manera de fascinarse y su reposada asimilación. Como le ocurre al propio Loza, terminamos rendidos ante un espacio que, de repente, se ha vuelto propio y extraño, nos dejamos ganar por un “deseo irrefrenable de Oriente”.

Pequeña novela de Oriente - Santiago Loza

$20.000
Pequeña novela de Oriente - Santiago Loza $20.000

Un festival de cine en Corea, unas lánguidas vacaciones en Japón, una residencia de escritores donde surge el ímpetu de conocer China... Sobre estos escenarios, Santiago Loza urde un recorrido que, antes que geográfico o sociológico, es subjetivo. Lo que se revela en las tres crónicas de este libro es fundamentalmente el mapa de una sensibilidad, el modo en que una mirada compone las formas de un mundo inestable, algo hostil, pero con recurrentes y cálidos resquicios que permiten que la luz se filtre, se aposente.

Esa mirada, por momentos de una neurosis hiperestésica, por momentos de una entrega apocada y generosa, evita toda impostura. Se limita a reaccionar frente a lo que percibe como amenaza o como exotismo, frente a lo conmovedor, lo frustrante o lo hermoso. Con ese simple recurso de la autenticidad, estas páginas nos dejan subyugados dentro de un sistema de espejos: las palabras que describen aquello que se presenta como ajeno son las que, en definitiva, reflejan lo que nos resulta más íntimo. Hacemos nuestro el desconcierto y el aislamiento del autor, su manera de fascinarse y su reposada asimilación. Como le ocurre al propio Loza, terminamos rendidos ante un espacio que, de repente, se ha vuelto propio y extraño, nos dejamos ganar por un “deseo irrefrenable de Oriente”.