Jerónimo Bernabé hace nido en la infancia, que debe
ser el espacio y el tiempo más sano de todos y desde
allí trafica palabras de un refinamiento y una ternura
que nos recuerdan las canciones de cuna que nuestras
madres nos susurraban al oído para llamar el sueño.
La pluma de Jerónimo está cargada de tinta amorosa,
como las alas que le crecen a un niño de papel, suaves
como una pelusa.
Esto es un acontecimiento. Encontrarse con una poesía
breve, queer, poesía de paisaje, que nutre el recuerdo
de quiénes fuimos siendo niñxs. No hay mayor potencia
que esa.