Cuando Otra vuelta de tuerca se publicó por primera vez, en 1898, las historias de fantasmas pasaban por su mejor momento en la literatura de habla inglesa. Autores como Sherindan Le Fanu, Elizabeth Gaskell, Margaret Oliphant, Fitz James O'Brien, Willa Cather, el mismísimo Charles Dickens, M. R. James y muchos más, desde hacía varias décadas abastecían con sus tenebrosas imaginaciones la necesidad de trascendencia e inmaterialidad de la sociedad victoriana, tan industrial por otra parte, tan materialmente moralista. Sin embargo, esta obra de Henry James se destaca entre todas las demás porque con su estilo envarado y sutil, lleva a un punto culminante una de las claves de este tipo de relatos: la ambigüedad. Ahí es donde Henry James despliega todo su manejo de la lengua, y en donde, meticulosa y detalladamente, lo real adquiere una porosidad maravillosa. Apoyándose en cada gesto, en cada ruido, en cada silencio y en cada palabra, la institutriz que narra y protagoniza el relato construye su versión de los hechos: los dos niños a su cargo no solo son acosados por las presencias malignas de dos antiguos servidores muertos, sino que ellos están en connivencia con ellos, y callan. ¿Pero es eso lo que realmente ocurre? Lo extraordinario de Otra vuelta de tuerca es que la duda nace de los mismos elementos que la certidumbre.

Otra vuelta de tuerca - Henry James

$16.500
Otra vuelta de tuerca - Henry James $16.500

Cuando Otra vuelta de tuerca se publicó por primera vez, en 1898, las historias de fantasmas pasaban por su mejor momento en la literatura de habla inglesa. Autores como Sherindan Le Fanu, Elizabeth Gaskell, Margaret Oliphant, Fitz James O'Brien, Willa Cather, el mismísimo Charles Dickens, M. R. James y muchos más, desde hacía varias décadas abastecían con sus tenebrosas imaginaciones la necesidad de trascendencia e inmaterialidad de la sociedad victoriana, tan industrial por otra parte, tan materialmente moralista. Sin embargo, esta obra de Henry James se destaca entre todas las demás porque con su estilo envarado y sutil, lleva a un punto culminante una de las claves de este tipo de relatos: la ambigüedad. Ahí es donde Henry James despliega todo su manejo de la lengua, y en donde, meticulosa y detalladamente, lo real adquiere una porosidad maravillosa. Apoyándose en cada gesto, en cada ruido, en cada silencio y en cada palabra, la institutriz que narra y protagoniza el relato construye su versión de los hechos: los dos niños a su cargo no solo son acosados por las presencias malignas de dos antiguos servidores muertos, sino que ellos están en connivencia con ellos, y callan. ¿Pero es eso lo que realmente ocurre? Lo extraordinario de Otra vuelta de tuerca es que la duda nace de los mismos elementos que la certidumbre.