Prólogo de Andrés Monteagudo

Enrique Wernicke es un personaje inasible en la historia de la literatura argentina. Su figura se presenta generalmente a través de un velo que deja asomar un escritor de culto: poco leído, acentuados sus curiosos oficios entre los que destaca el de fabricar soldaditos de plomo, al margen del ámbito intelectual, en conflicto también con la estética esperable de los afiliados al Partido Comunista.

Este volumen rescata la producción poética del autor (inhallable hasta el momento): poesías y prosa poética. Allí Wernicke muestra otra faceta de su escritura, se permite un desarrollo que desafía el minimalismo proverbial de su obra narrativa. Una voz joven y llena de emoción acentúa la importancia de las grandes insignificancias de la vida y dedica esas reflexiones al “otro” de la amistad “puertas adentro” en Palabras para un amigo. En El capitán convaleciente… se hace eco de la retórica de la guerra compartida por otros poetas del periodo, pero desde una perspectiva particular que se mantendrá como característica en su obra, y que Tucumán de paso ostenta, con sus propios matices, en su prosa poética dedicada a los trabajadores de la caña en Tucumán, desde la mirada del que está “de paso”.

En Enrique Wernicke asistimos a una estética que replica la tensión entre pulsiones encontradas y que no resuelve, intransigente, por ninguna de las líneas en tensión.

Enrique Wernicke nació en 1915 en Buenos Aires y en Buenos Aires murió en 1968. Con apenas veintidós años publica, en reducida edición de autor, Palabras para un amigo. De allí en más, y entremezclada con otros oficios con los que acompaña los eternamente escasos réditos del quehacer literario (necesidad vital para Wernicke), desenvolverá una prolífica y diversa obra literaria, premiada en varias ocasiones. Al debut editorial le siguen El capitán convaleciente y otros poemas distintos (El gallo pinto, 1938, poesía), Función y muerte en el cine ABC y Hans Grillo, ambas de 1940, distinguidas con el Premio Municipal de ese año, El Señor Cisne de 1947, que recibió la Faja de Honor de la SADE, La tierra del bien-te-veo (1948), Tucumán de paso un año después (con una segunda edición dos décadas más tarde), La ribera, su novela con más reediciones (1955, 1961, 1967, 1998, 2009) y ganadora del Gran Premio de Literatura de la Dirección de Cultura de la Pcia. de Bs. As. en 1963, Los aparatos (Burnichón, 1965), El agua (Ediciones de la Flor, 1968), Cuentos (ETC, 1968), entre otros.

 

 

Obra poética - Enrique Wernicke

$16.000
Obra poética - Enrique Wernicke $16.000

Prólogo de Andrés Monteagudo

Enrique Wernicke es un personaje inasible en la historia de la literatura argentina. Su figura se presenta generalmente a través de un velo que deja asomar un escritor de culto: poco leído, acentuados sus curiosos oficios entre los que destaca el de fabricar soldaditos de plomo, al margen del ámbito intelectual, en conflicto también con la estética esperable de los afiliados al Partido Comunista.

Este volumen rescata la producción poética del autor (inhallable hasta el momento): poesías y prosa poética. Allí Wernicke muestra otra faceta de su escritura, se permite un desarrollo que desafía el minimalismo proverbial de su obra narrativa. Una voz joven y llena de emoción acentúa la importancia de las grandes insignificancias de la vida y dedica esas reflexiones al “otro” de la amistad “puertas adentro” en Palabras para un amigo. En El capitán convaleciente… se hace eco de la retórica de la guerra compartida por otros poetas del periodo, pero desde una perspectiva particular que se mantendrá como característica en su obra, y que Tucumán de paso ostenta, con sus propios matices, en su prosa poética dedicada a los trabajadores de la caña en Tucumán, desde la mirada del que está “de paso”.

En Enrique Wernicke asistimos a una estética que replica la tensión entre pulsiones encontradas y que no resuelve, intransigente, por ninguna de las líneas en tensión.

Enrique Wernicke nació en 1915 en Buenos Aires y en Buenos Aires murió en 1968. Con apenas veintidós años publica, en reducida edición de autor, Palabras para un amigo. De allí en más, y entremezclada con otros oficios con los que acompaña los eternamente escasos réditos del quehacer literario (necesidad vital para Wernicke), desenvolverá una prolífica y diversa obra literaria, premiada en varias ocasiones. Al debut editorial le siguen El capitán convaleciente y otros poemas distintos (El gallo pinto, 1938, poesía), Función y muerte en el cine ABC y Hans Grillo, ambas de 1940, distinguidas con el Premio Municipal de ese año, El Señor Cisne de 1947, que recibió la Faja de Honor de la SADE, La tierra del bien-te-veo (1948), Tucumán de paso un año después (con una segunda edición dos décadas más tarde), La ribera, su novela con más reediciones (1955, 1961, 1967, 1998, 2009) y ganadora del Gran Premio de Literatura de la Dirección de Cultura de la Pcia. de Bs. As. en 1963, Los aparatos (Burnichón, 1965), El agua (Ediciones de la Flor, 1968), Cuentos (ETC, 1968), entre otros.